LA MUERTE DE MARINO
Marino. Marino Barbero. Juez. Investigó el caso Filesa. Corrupción institucional del PSOE. Se atrevió. La presión le llevó a la enfermedad. Tuvo que renunciar a su condición de magistrado. Al poco tiempo, debió abandonar. No podía ante la avalancha psoecialista y de sus afines. Brutal. Parecido a lo de Gómez de Liaño. Murió. Poco tiempo después, murió. No pudo con el peso. Demasiada carga para un hombre solo.
Luciano Varela. Juez del caso Garzón-Fosas. Presunto acto prevaricador del considerado juez estrella. Ha osado enfrentarse a la máquina propagandística del PSOE. Ha querido, incauto, poner en solfa la credibilidad del magistrado que defendió a Polanco. Nada menos que defendió a Polanco. Y con él, al robot que manipula el sistema de luces y sombras de la política española. Marino. Javier. No hay dos sin tres. Luciano.
La muerte de Marino fue un aldabonazo sobre la conciencia de la justicia. Muerte anunciada desde Filesa. Muerte física que subsiguió a la profesional. De nada sirvió su reconocida excelencia como jurista. Se tiraron sobre él como lobos hambrientos. Fue despedazado vivo y al tercer día, dejó de existir. Borraron hasta su recuerdo.
Los mismos psoecialistas que impulsaron su nombramiento como miembro del Tribunal Supremo, los mismos, le crucificaron. Marino era rojo, defendía el populacho. No hay mejor carta de presentación y recomendaciones más loables que la de tener ideas de rojo. Fíjense, nos recordaban los partidarios de Marino: a su categoría como penalista, une su acendrada defensa jurídica de los derechos humanos, su repulsa a la pena de muerte y su firme convicción democrática. Al Supremo. Porque, sobre todo, es de los nuestros. Qué se va a preocupar este juez –y menos a partir de ahora- por asuntos menores de corrupción y de “choricismo”. Quiá. Banalidades propias de juececillos de tercera división. Al Supremo.
Dio la cara contra los franquistas y el franquismo se la rompió. Pasaporte a la fama de la rojería. La lucha contra la dictadura confería estigma de héroe. Contra la dictadura toda. Franquista o stalinista. De derechas o de izquierdas. Ahí se equivocaron los rojillos de liendres. Marino luchó contra los dictadores, sin importarle el signo. Igual que hizo Gómez de Liaño. Del mismo modo que, ahora, Luciano. Si no estás conmigo, estás contra mí. Es la consigna mafiosa. Ninguno de estos tres lo ha comprendido.
España se juega hoy su futuro reciente y su historia tardofranquista. La República, la primera, no crean que la segunda, puja por restaurarse. La restauración republicana. Al igual que la borbónica. Está por llegar. De la manera que sea, se va a imponer. Si es por la vía ilegal, mejor. Pero para que nadie acuse de ilegalidad al PSOE, ahí está Zapatero con sus mariachis desafinados pero expeditivos. Los primeros en caer, lo independientes. Los primeros en derribarlos, los independentistas.
Marino no murió a manos del PSOE. No. Murió a manos del PSOE. ¿No es lo mismo? No. Ni mucho menos. Repasen las hemerotecas. Poli bueno. Poli malo. Lo que les importa no es la pesca. Lo que está en juego es el pescado. Marino murió. Gómez de Liaño, está muriendo. Luciano, en la lista de espera.
Un abrazo, Marino, Javier, Luciano. Un abrazo. Y también, como siempre, a todos ustedes, lectores,
Un saludo.
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