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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ANTICRISIS

 

En singular, no. En plural. De la crisis, nada. Las crisis. Y qué crisis. Desaceleración, que decía el portentoso economista que sufrimos en La Moncloa. Desaceleración. Como si el frenazo económico fuese resultado de un pisotón suave en el pedal correspondiente. Desaceleración. Para hacer creer que el rozamiento del aire o la rugosidad del firme eran las causas de la brusca disminución de la velocidad. Desaceleración. Por favor. Crisis.

 

Crisis resultante de un pinchazo en las cuatro ruedas. Crisis provocada por la rotura del motor. Crisis efecto de un chasis tuneado que salta por los aires al contacto con cualquier sirimiri climático. Crisis estructural. Y qué crisis. El piloto se las da de ingeniero y el gerente pretende ser mecánico. Piloto, ingeniero, gerente y mecánico. Tetrarquía de oficios en un ser único. Único pero intruso. Único pero incapaz. Único pero descarado. Único pero vacilón. Único. Un gran actor. Eso sí. Histrión inconmensurable. La crisis se enroca pero el tetrarca de la misma embauca con su verbo florido a un público crédulo.

 

Ahora toca representar un nuevo papel en el mismo escenario, con idéntica compañía de cómicos de la legua. La obra se titula: “Anticrisis”. En el papel estelar, Zapatero. Conforman el elenco de actrices y actores, Teresa de la Vega, en el papel de la madrastra; Elena Salgado, como ama de llaves; Pepe Blanco, que destaca en la interpretación de arquitecto creativo; y Manuel “MATSA” Chaves, como Crispín. Guionista, doña Bibiana. Productor ejecutivo, Caamaño. Música, a cargo de González Sinde. Escenarios y decorados, Bono el de Uf, qué pisos. Dirección, La Psoecial. Obra impar de una extraordinaria “troupe” de artistas. Anticrisis.

 

Fastuosa creación. Realización inimitable. Vale. Pero de qué trata. La susodicha es una alegoría de la nada, una apología de la náusea y una epopeya de la miseria. Todo en un mismo producto. Pero, articulista, concrete. Sea más explícito. Veamos. El coche sigue con las ruedas pinchadas, el motor gripado y el chasis en esqueleto. Marcha imposible salvo que la grúa lo transporte. La náusea la produce el engaño de hacernos tragar que el vehículo en movimiento es el averiado en vez de hacerlo el transportador. La miseria radica en que los paganos de la estafa son los propios espectadores, a los que se toma el pelo una vez y otra y las siguientes. Las medidas anticrisis son las medidas de un traje de pino a la economía. En vez de arreglar el coche en el taller acreditado, le colocan ruedas de bicicleta, motor de vespino y una nueva carrocería de fórmula uno. Lo bajan de la grúa para eso. Y se obstinan en seguir vendiendo la recuperación.

 

Pero hombre, claman algunos de la Oposición, qué trabajo cuesta hacer las cosas bien. ¡Las cosas están muy bien!, gritan desaforados los Zarrías de turno y aplaude la claque de los Sopenas o de los Roures. Más que bien. Fenomenal. ¿Pero no se dan cuenta del estropicio, de la dimensión del desaguisado, de la magnitud de los perjuicios? Fascistas, eso es lo que sois. Falangistas, que atentáis contra la democracia. Enemigos del pueblo. Y lo que es peor, asaltantes de la Casa del pueblo, que es el PSOE.

 

Si el líder Zapatero dice que la crisis pasó a la historia, es que sus medidas, las suyas, han surtido efecto y que la anticrisis reina, y la prosperidad impera, la industria florece, la banca presta y el paro desaparece. Anticrisis. Milagro de Zapatero. Todo el mundo, todavía en recesión. Menos España, en anticrisis. Maravilla. Las anticrisis. Pues, bueno, maravillas.

 

Un saludo.

 

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