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Francisco Velasco. Abogado e historiador

IZQUIERDA ANTIDEMOCRÁTICA: STALINISMO PURO

No dejo de sorprenderme. Muy desagradablemente. Tanto, que más que de sorpresa, sería más propio hablar de escándalo. La “garzonada” supera la idea de desvergüenza pública y se instala en el esperpento valleinclanesco más rancio. El ataque a la Resolución del magistrado Varela es propio de tiranos soviéticos y de banderas nazis. Tirano Banderas de la más baja calaña.

 

Que es injusto que se procese al debelador del franquismo, dicen los artistazos del artisteo del colorín de la salsa rosa. Que el mundo al revés, afirma Gorka Landáburu, periodista tan psoecialista como la señora Antonia Iglesias o el inquisidor Enric Sopena. Que no es de recibo que la extrema derecha franquista actúe contra el gran ariete de la democracia antidictatorial, gorjean los politiquillos de pico abierto, sin más argumento que la descalificación del adversario, a cambio del alimento de la mamá pájaro (pájara, Bibiana).

 

Con todo, lo que más epata es la declaración del señor Conde Pumpido, el de la toga enlodada. El Fiscal General del Estado está enorme. Como siempre que atiende el disentir del Gobierno sobre asuntos borrascosos. No se le cae la lengua al Jefe del Ministerio Público cuando recita el lema del día: respeto al Supremo, pero los hechos no son constitutivos de delito. Qué inteligencia, qué rigor, qué abogado defensor de las causas justas, qué pendón parlante de la separación de poderes, qué jurista insigne, qué manera de arrimar el ascua a su sardina, qué as del Derecho, qué...

 

Conde Pumpido es el Leo Messi de la judicatura, el Cristiano Ronaldo de la legalidad. Cómo dribla. Cómo dispara. Cómo mete goles. Cómo nos la cuela. Cómo quiere meterla doblada. Cómo me disgusta tanto fariseísmo. Cómo me fastidia su doble moral. Cómo me repele el trato que dispensa a Garzón en comparación con el que se otorgó a Gómez de Liaño. Cómo me repugnan sus palabras. Cómo temo el día que, ha de llegar, abandone la política judicial y retorne al bastión de la justicia política. Con la señora de la Vega, el señor Alonso y otros allegados del cuarto turno, la seguridad jurídica será equiparable a la de Venezuela o a la de Cuba. Un gustazo, vaya.

 

Recapitulo. Si la descrita es la sociedad de la izquierda, prefiero ser de derechas. Si los grupúsculos tronantes por la impunidad de Garzón se dicen demócratas, prefiero incluirme entre los guardianes de la dictadura. Si todos ellos se colocan la chapa del stalinismo en el ojal de su chaqueta, prefiero adornar mi cuello con el collar de la verbena. Será el collar de la paloma. Eso. Ocurre que estos artistazos del artisteo del colorín de la salsa rosa forman un coro verbenero. De ahí el juego de palabras.

 

Collar de la Paloma. Escribía Ibn Hazm, el cordobés autor de la obra: “La fortaleza consiste en sacrificar la propia en defensa de la religión o de la familia, o del prójimo oprimido, o del débil que busca apoyo contra la injusticia de que es víctima o de la propia fortuna del honor propio, menoscabados inicuamente, o de cualquier otro derecho; y esto, sean pocos los adversarios o sean muchos”.

 

Lo dicho. Stalinistas. Con "s" líquida. Recuerdo a Chaves, el de MATSA, que la subvención de más de mil seiscientos millones de pesetas a la empresa de su Paula, eso sí que es incomprensible. Tanto como si no se preocesara a Garzón. Más que opinar para presionar al Supremo. Incomparablemente menos que si él y Zapatero hicieran las maletas y al averno del destierro político marcharan. España y Andalucía no tendrán esa suerte. Stalinismo, con "s" líquida, es sinónimo de asesinato. Físico o moral. Asesinato.

 

Un saludo.

 

 

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