JUEVES SANTO
Lo del amor fraterno es todo un lema. Un lema revolucionario que se remodela en la fiesta sacra de la Semana Santa. Hermanos. La trilogía conceptual de libertad, igualdad y fraternidad que se ondeó, como bandera de progreso, en la Revolución Francesa, pronto trocó el último término. La fraternidad dejó paso a la propiedad.
Día del amor fraterno. Me suena tan hueco como el día de la mujer trabajadora o el día de la paz mundial o el día de la igualdad entre blancos y negros. Igual de vano. Igual de pretencioso. Igual de hipócrita. Y, sin embargo, se rememora una efemérides al menos para desempolvar los estratos de rutina y conformismo que sepultan la dermis de nuestra conciencia. El sonido hueco se combate con el espacio pleno, con la palabra enriquecida, con el mensaje auténtico. En su defecto, el hueco se hace dueño del sepulcro de nuestras vidas. En vez de avanzar, se retrocede, En lugar de gozar, caemos en la maraña de la insufrible supervivencia diaria. El Jardín de las Delicias que pintara El Bosco nos prevenía sobre las soledades, las imperfecciones y la ausencia de moralidad. El amor fraterno se descompone en el ácido del adjetivo y en la utopía del sustantivo.
Religión y filantropía. Ambos caminan hacia la misma meta. La redención del hombre a través de la divinidad o de la humanidad. Lances paralelos. Siempre Judas acecha en el rincón, se agazapa en la oscuridad, el cuchillo a la mano prendido y la navaja adherida a la lengua infame. La traición se materializa en los renegados que en el mundo son. Renegados de sangre, de ideas o de tribus. Da igual. Reniegan de los demás en beneficio propio por más que de aquéllos hayan recibido la lealtad, el apoyo y el aliento para no desfallecer. Es lo mismo. Reniegan de sí mismo y clavan la guadaña de la muerte ética en la carne del hermano, del padre o del amigo. Dante Alighieri decía, en su “Divina Comedia”, que la traición era el máximo pecado que se pueda cometer y que, por ello, merecer la peor de las condenas. El traidor se hace reo de ser devorado por el mismo Satán.
Jueves Santo, día del amor fraterno. Paradoja. Jesús, traicionado por el Iscariote. Julio César, víctima de Bruto. Amo la traición, decía, pero odio al traidor. En época de crisis como la que nos atenaza, el barroco acude fiel a su cita. El gran dramaturgo del siglo XVII, Calderón de la Barca, refería sobre la traición: “siempre el traidor es el vencido y el leal es el que vence”. Literatura. Poesía. A veces sucede así. Casi siempre, lo contrario. Es la eterna lucha entre lo utópico y lo distópico. Entre la felicidad ideal y la necesidad hecha virtud. Saludo.
Sigo a Confucio: “Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo; cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo”.
Un saludo.
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