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Francisco Velasco. Abogado e historiador

PSOE, A LA DESESPERADA

   André Frossard, co-fundador del Partido Comunista de Francia, fue educado en el ateísmo más severo. Igual que siglos antes Voltaire, acabó abrazando el catolicismo. Frossard decía que el socialismo era sinónimo de rechazo: a la condición humana, a Dios e incluso al orden natural. El socialismo español -sostiene este articulista- encuentra en el PSOE una tercera dimensión: el rechazo a todo lo que se sitúa extramuros del Partido. Como si la gran secta, la logia del Gran "Occidente", tuviese en él su sede. No es socialismo el de Zapatero. Es psoecialismo. Frossard era un intelectual. Tenía ideas y defendía una bella ideología. Zapatero es, qué es Zapatero aparte de político. Qué fue antes de ser político. Nada.  Fue Zapatero.


   Dos titulares de prensa resumen el estado actual del volcán socialista. Uno, la acusación al comisario Ballesteros de ser el autor del chivatazo a ETA en el contexto del bar Faisán. Otro, la declaración del doctor Donges, reputado economista alemán, acerca de la política de Zapatero. Basta con esas dos noticias para percibir, en su integridad, la deriva mental del Gobierno. No es que se comporten como descerebrados gestores. Tampoco tiene peso la idea de que sean ingenuos irredentos. Mucho menos, que conformen una banda de desharrapados intelectuales. En modo alguno que sean portadores de una irrepetible heterodoxia política. Veamos por qué.


   Si este articulista fuera Rubalcaba o el comisario Ballesteros, hubiera interpuesto, sin más dilación que la producida por la confirmación de la noticia, una querella criminal contra el medio que acusa de una manera tan directa. Claro, que este relator es inocente y puede permitirse dicha "actio". Sensu contrario, habría que pensar que Rubalcaba o Ballesteros no lo son y, por esa contundente razón, no saben ni contestan. A partir de este momento, la Fiscalía tiene el deber de intervenir de oficio. No se trata de un asunto baladí. Lo que se pone en juego es la credibilidad del Estado y el amparo de las más altas instituciones a un crimen inaudito.


   En lo que concierne al economista alemán, sus palabras confirman nuestras sospechas y avalan nuestras hipótesis. Resume el señor Donges la teoría de la "tierra quemada". ¿Que en qué consiste? En reducir a cenizas todo un territorio a fin de que, tras la derrota, el vencedor no pueda aprovechar los campos ni el ganado ni cualquier riqueza. La nada. La tierra quemada es la nada. El perdedor no quiere dejar al adversario ni un gramo de facilidades para llevar adelante lo que él no pudo hacer. Es el odio llevado a las últimas consecuencias. Caiga quien caiga y muera quien muera. La teoría de la tierra quemada se subsume en la política económica de Zapatero. Conduce a España al despeñadero. Una vez se asegure de la inminente llegada de Rajoy, al abismo nos empujará. Como perros. Despeñaperros.


   Es la venganza de los tiranos y de los acomplejados. Ni siquiera los fundamentalistas más soberbios llegan a tanto mal. No son capaces. El Gobierno está dejando la tierra calcinada. Desde antes de irse. No sea que, después, sea tarde y el desgarro sea reversible. No. Nada. Ni agua. Zapatero nos tiene en sus manos. En su buena palabra y en su nefasta acción. Debe irse. Si no, habrá que vigilarle de cerca no vaya a conceder la independencia a Cataluña y al País Vasco, de un tacazo. No sea.


   Un saludo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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