LA ZOZOBRA ECONÓMICA
El otro lado de la política. La nave de la economía española era un acorazado. Hoy, una fragatita asustada por chalupas somalíes. La oficialidad y la marinería, en manos del patrón Gobierno. De pronto, llega una ola y a su cresta se suben el paro y los impuestos. En la vaguada, el tobogán bajista se abate sobre la producción industrial, el consumo, el PIB y el crédito hipotecario. ¿Pero es que no hay mar serena? La hay, pero hay que buscarla. Los vientos de la confianza son adversos y el buque es una pachanga.
Los precios siguen a la baja, se estancan y, pocas veces, suben ligeramente. En principio, la deflación beneficia a los ahorradores, a los que detentan rentas fijas, a los funcionarios y a las empresas exportadoras. Si es así, por qué no se consume. Porque la desconfianza en el Ejecutivo hace pensar, con razón, que el producto se podrá adquirir más barato todavía y porque la subida del IVA disuade a los más voluntariosos. La deflación continuada se convierte, pues, en un final indeseable pues fomenta el despido y, por añadidura, el paro y la pobreza.
Para Adam Smith, una sociedad no puede ser floreciente ni feliz si la mayor parte de los ciudadanos son pobres y desdichados. En esta tesitura, nos encontramos con una realidad tan objetiva como alarmante: nuestro país arroja un alto índice de pobreza infantil dentro de la Unión Europea. Para combatir esta lacra, es preciso aumentar la producción y el comercio. A este fin, el regulador estatal no debe invadir la esfera de libertad empresarial. Es más: ha de actuar con la suficiente sutileza para animar al emprendedor a invertir, sin miedo a ser estrangulado por una legislación restrictiva y por un intervencionismo desaforado. Si no se entiende esta máxima, no se llega ni a mar tranquilo ni a puerto seguro. Es imposible, a no ser que un golpe de suerte juegue el papel de un mando firme.
Cualquier gobernante sensato sabe que una política activa pasa por incentivar la creación de empleo. Pues bien: en España, por ejemplo, la política activa de formación ocupacional y continua no cumple su objetivo de cualificar a los que están en situación de desempleo y a quienes tienen la fortuna de poder trabajar. No lo cumple ni de lejos. Esa política se está convirtiendo en un Fondo de maquillaje estadístico del paro y en una fuente de ingresos de testaferros del partido que gobierna. Un ejemplo, entre tantos, que nos lleva a constatar la ineficiencia e inoperatividad de las medidas.
Existe un elemento de discordia que no puede pasar inadvertido. Me refiero a la Banca. Que no quiere prestar a tan bajo interés. Que se escuda en el peligro de la morosidad creciente. Que quiere ganar lo mismo que en épocas de esplendor. Que se planta, desafiante, y explora los descubiertos del Gobierno. Que pide al Estado a un interés ínfimo y, con ese dinero prestado, compra a ese Estado sus bonos a cambio de un interés triplicado. Que la Banca manipula al Gobierno y que éste se deja condicionar. La Bolsa o la vida.
La eterna duda termina por acobardar. Pensiones privadas, sí y no. Jubilación prolongada, no y sí. Fomento del ahorro, sí y no. Paro en alza, no y sí. Así, antes de zozobrar, la náusea se hará dueña del navío. Si no se vomita, la náusea nos hace un agujero en el corazón. O en el estómago. Si no, al tiempo.
La Bolsa. Ayer subió y mañana bajará. Algunas empresas compran hoy para mañana vender. Cinco puntos arriba y siete puntos abajo. Como una ola.
Un saludo.
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