EL 11-M: LA INFAMIA
“Reloj no marques las horas/porque voy a enloquecer/ (…) Y tu tic tac me recuerda/mi irremediable dolor/Reloj detén tu camino/porque mi vida se apaga/ (…) Detén el tiempo en tus manos/Haz esta noche perpetua/para que nunca se vaya de mí/para que nunca amanezca”. Así cantaba el inolvidable Lucho Gatica. Tic tac. Vaya que si amaneció. A bombazos. Lluvia de fuego. No es sólo el dolor por el número de muertos. Es la pena por millones de vivos. La noche es eterna para los que mueren. Muertos de cuerpo y ausentes de alma. Oscuridad sin fin.
Yo quería quedarme en la víspera. En la ingenuidad de los que abrazamos el presente y confiamos en el por venir. Yo quería. Las bombas rompieron el alba como los fuegos de artificio visten a la noche. Yo quería. La muerte nos arrancó la vida con su guadaña de pálido acero. Yo quería. La paz de la mañana enloqueció al tiempo que los trenes del destino saltaron por el aire del odio. Yo quería. Qué le importa al cobarde asesino lo que uno quiera. Yo quería ser Dios para impedir la acción cruel. Dios.
“Recuerde el alma dormida,/avive el seso e despierte/contemplando/cómo se pasa la vida,/cómo se viene la muerte tan callando,/cuán presto se va el placer,/cómo después de acordado/da dolor,/cómo, a nuestro parecer,/cualquier tiempo pasado/fue mejor”. De las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique. Que nuestra alma despierte, dice el poeta. Que nuestra razón tome aliento, insiste. Apasionados y luchadores, nos aconseja ser. Reflexivos y prudentes, nos solicita. La muerte, -nos enseña,- define nuestra existencia. Humanos y mortales somos, sí. Pero también nuestra vida es recuerdo, es fama, es memoria. Eternos.
No quería. Fue. No quería. Es. Toneladas de olvidos son. Memoria. Fama. Recuerdo. No es la memoria de la venganza. Ni el recuerdo por el castigo. Ni la fama del pantócrator justiciero. Es el amor a la justicia. Es el cariño al que vive. Es la defensa de los inocentes. Es la compuerta a la maldad. Es la primavera que tiene que abrirse camino. Es la vida que late con fuerza. Es el grito: nunca más, nunca más, nunca más.
Un saludo.
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