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Francisco Velasco. Abogado e historiador

TRAIDOR, INCONFESO Y VERDUGO

  El drama romántico que Zorrilla publicara en 1849, bajo el reinado de Isabel II, puede encontrar hoy, siendo rey Juan Carlos I, su continuidad argumental. Cambio mártir por verdugo y, a medida que lean el artículo, entenderán el por qué.

    Qué se puede pensar de un presidente que afirma, sin pudor, que el concepto de nación, referido a España, es discutido y discutible. Qué. O que impulsa, de alguna manera, el separatismo fáctico y jurídico de regiones españolas como Cataluña o el País Vasco. Qué. O que sostiene, un mes y otro, sin avergonzarse de su falso pronóstico, que la economía española está a punto de salir de la recesión. Qué.

    Cuándo tendrá el señor Zapatero la gallardía de admitir sus errores. Cuándo. Cuándo reconocerá, contrito, sus mentiras y anunciará su propósito de enmienda. Cuándo. Cuándo aceptará que sus actuaciones y sus palabras conducen a la crispación por más que alardee de talante? Cuándo.

    ¿Por qué Zapatero antepone su interés personal al de la ciudadanía? Por qué. ¿Por qué el secretario general del PSOE no se rodea de un verdadero equipo de gobierno en vez de una camarilla al estilo de la que se congregaba en torno a Fernando VII, el rey felón? Por qué. ¿Por qué se empecina el jefe del (des) gobierno en abrir las heridas del país con leyes como la de la memoria histórica o la del aborto? Por qué.

    La respuesta a las cuestiones se resumen en tres. Una, porque en vez de servir a la patria, la traiciona en los aspectos de concordia, de progreso y de unión. Dos, porque en vez de asumir yerros y, seguidamente, rectificarlos, rechaza cualquier culpa y niega todas las acusaciones. Y tres, porque él no va a padecer las consecuencias de sus "maldades"; él será el verdugo que nos haga sufrir los efectos de su felonía y de su no confesión.

    El Zorrilla decimonónico no encontraría, siglo y medio después, al presunto rey de Portugal. Sí hallaría, en cambio, una España sumida en la misma desgracia económica de los portugueses.

    Un saludo.

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