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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL FUTURO DE ZAPATERO Y RAJOY


 Uno y otro. Otro y uno. El socialista, de boquilla, en las redes de Peter. El popular, de partido, abducido por Murphy. Gobierno y Oposición, en condiciones deplorables. Desde la ruptura del tándem bipartidista Cánovas-Sagasta, no se conocía retroceso político igual. Líder de poco talante y menor talento, el de Ferraz. Líder de escaso carisma y mínima capacidad, el de Génova. Tal para cual. Cánovas definía la política como el arte de lo posible. Pues bien: con esos actores, la política se torna imposible.

 ¿Qué pasa con Zapatero? Con Zapatero, qué va a pasar, como dice la coplilla. Se pasa todo el día improvisando, desmintiéndose a sí mismo. El rol que qiere representar es propio de una estrella mediática pero no el de un histrión estrellado. ¿Y Rajoy? Mismo de lo mismo. El médico a palos, de Molière, en versión Aznar. De ministro tecnócrata, tiene un pase. De candidato a una presidencia del Gobierno, ni un boleto.

 En el ecuador de la legislatura, los dos jefes del PSOE y del PP andan metidos en "fregaos" demasiado onerosos para sus cualidades. El señor Zapatero alucina con las loas de los suyos: desde De la Vega a Pajín, desde Alonso a Bibiana. Culto al líder que acaso fue y del que hoy apenas resta la imagen de Mr. Bean. El señor Rajoy destiñe el azul cielo de sus colores partidarios en el agua bendita de la comunicación cercana. Más rememora la figura, entre tierna y severa, del abuelito de Heidi, que la presencia enérgica de un auténtico conductor de masas.

  El grupo de los psoecialistas se apresura a desmentir la presentación de candidatura distinta. Los desmentidos, varios, acrecientan la firmeza de la tesis. Si Zapatero contribuyó al triunfo electoral de su partido en 2004, en 2012 va a convertirse en una enorme rémora. Se ve, se siente, ZP no será presidente. La formación pepera, por su parte, está sentada en el umbral de su sede a ver pasar el cadáver político de su adversario. Tocándose las narices. Atisbando por la esquina en la esperanza de que el contrincante acabe despedazado por el tigre del paro y por el tsunami económico. Se ve, se siente, Rajoy tampoco puede ser presidente.

 Nunca tan poca esencia política provocó tanta expectativa mediática. El gallinero electoral aumenta los decibelios del cacareo. Poco espolones tienen estos gallos. Algunos creen que hay otros congéneres machos a la espera. Se equivocan. Presten atención a los pavos que han metido en los respectivos corrales. Un pavo pone cara de tonto, pero su picotazo es bien doloroso. Ojo a los pavos. Y a las pavas. Los primeros pueden, en un descuido de su silencio, desplegar sus alas y descubrirse. Las segundas son más humildes. Y más listas.

 Un saludo. 

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