DE NATIVITATE
En mi tierra, Huelva, se habla, sin maldad pero con picardía, de dos clases de tontos. Uno, de nativitate (sic). Otro, de capirote. Ambas expresiones designan actitudes de embeleso, de afición, de manía o de querencia hacia algo.
Distante una semana del cambio de década, este articulista mira el calendario y comprueba cómo esta sociedad dobla la esquina de la serenidad y se dirige al rincón de los conflictos. Uno, que no es creyente, ha recibido una educación enmarcada en principios básicos del cristianismo. En la vista atrás de sus muchos años, aunque la fe le sea esquiva, la razón asume protagonismo. Y esa razón dice que la doctrina de Cristo resume y rezuma unos valores que trascienden su doctrina y se ecumenizan. Amor, solidaridad, igualdad, perdón, cooperación, justicia.
Uno no cree en la familia como unidad religiosa, y sin embargo la defiende como insustituible célula social. Uno no cree en la cruz como símbolo de redención, pero sí comparte la idea de sacrificio por el pueblo. Uno no cree en la divinidad del nacimiento de Belén y, no obstante, reivindica la emoción de los que dan su vida por la no muerte.
La navidad es algo más que un sentimiento religioso. La navidad es la lucha por la vida de los más débiles e indefensos. La navidad es un canto de esperanza. El que escribe será tonto de nativitate, pero ambiciona la navidad como bandera. El que se comunica con sus lectores, parecerá tonto de capirote, mas defiende la muerte del que nació como el culmen de la nueva vida.
A quienes lanzan denuestos contra el mesías y los mesías, este tonto de nativitate y de capirote les invita a mirar dentro de sus conciencias en las que, seguro, encontrarán ese salvador que no encuentran fuera. Si el mesías no aparece, ya lo hará. En cualquier momento, se mostrará. Nunca será demasiado tarde.
Mi respeto y mi comprensión a quienes, como los cristianos, hacen de la Navidad (con mayúsculas) una fiesta. Nace, nada más y nada menos que su Mesías (con mayúsculas también).
Un saludo.
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