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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA ECONOMÍA, ROJO CANGREJO


 ¡Qué tiempos vivimos! Increíble. El índice de Precios al Consumo baja que te baja. Lo certifica el Instituto Nacional de Estadística. Siete meses de descenso sin más interrupción que la de agosto. Y cae en todas las Comunidades Autónomas. El Gobierno, en la Casa Blanca. En las nubes. Se instala en la mentira y, diga lo que diga el Fondo Monetario Internacional, de deflación, nanay. Bajan los precios de forma continuada, pero no hay inflación. ¿Lo entienden?

 En principio, la deflación beneficia a los ahorradores en tanto, con los mismos ingresos, se compra más bienes. Del mismo modo, aprovecha a quienes reciben rentas fijas y disfrutan de empleo estable. De otra parte, favorece las exportaciones, acrecentando la competitividad de nuestros productos en el exterior. Dicho de esta manera, que viva la deflación. Lo que pasa es que cada uno cuenta la historia según le vaya. Nada que ver con la cruda realidad.

 Hace seis años, cuando Miguel Sebastián soñaba con ser ministro de España, el que fuera economista del BBVA reflexionaba sobre este problema que, ya en 2003, comenzaba a inquietar. Decía el actual Ministro de Industria que para que se pueda hablar de deflación, se debe producir una caída del nivel general de precios. La deflación se avizoraba lejana y apenas preocupaba. Lo que provocaba temor era el derrumbe de los activos financieros e inmobiliarios. El temor de los analistas se solapó en la supuesta solidez y en la baja morosidad del sistema bancario. Sin embargo, el mismo Sebastián alertaba sobre la burbuja y llamaba la atención sobre el hecho de que nadie quisiera reconocer sus peligros. Al menos un 30% de los precios de los inmuebles no se podía explicar desde los principios científicos de la economía.

 Quien escribe no deja de insistir sobre las dos caras de los personajes. La lucidez mental y la fortaleza moral del señor Sebastián en aquella época no se compadece con su condición de ministro de este Gobierno. El descomunal megalito dolménico que cubre la cámara sepulcral de nuestra economía pesa demasiado. Encima de esa inmensa laja de piedra hay casi cinco millones de parados, cientos de miles de empresas cerradas y, sobre todo, una muchedumbre de desconfiados. Mucho lastre y poco motor. Sebastián lo sabe. Incluso, pronostico, está convencido de la inanidad de las medidas anticrisis suscritas por los responsables (con perdón) del Gabinete económico de Zapatero. Si lo sabe y calla, malo. Si no lo sabe, peor. Si el científico se supedita al político, pésimo. La ambición por el poder puede explicar actitudes. Mas nunca las justificará.

 Si hoy no merece la pena comprar porque mañana será más barato, quién va a consumir. Si, por añadidura, aumenta la presión fiscal, la disuasión trepa por las lianas del miedo. La inquietud se adueña del mercado. Negrura. Ahorro. Pérdida. Paro. Conflicto. Retroceso. Económico y social. Caminamos hacia atrás. Como los cangrejos. Lo malo es que los cangrejos rojos son una especie invasora y saqueadora. Hay soluciones. Las hay. Lo que falta es gallardía. Lo que sobra, demagogia.

 Un saludo.

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