ZP DICE SOLIDARIDAD CUANDO QUIERE DECIR COMPLICIDAD
El señor Zapatero ha anunciado un incremento de la carga fiscal. Más impuestos que los ciudadanos habremos de pagar. El aumento de tributos comportará, por lógica, una reducción del consumo. ¿Por qué? Obviamente porque los contribuyentes tendremos menos renta disponible para gastar. El descenso del gasto lleva consigo la minoración del consumo. Si baja el consumo, la producción también se contraerá. En cuyo caso, las empresas venderán menos y recurrirán a los Expedientes de Regulación de Empleo. Más paro, pues. Y así sucesivamente.
El señor Presidente -por accidente- del Gobierno de España gasta tanto dinero en temas superfluos, permite que algunas Comunidades Autónomas despilfarren los caudales públicos, condona deudas millonarias a países donde la democracia es una cuerda deshilachada, mantiene salarios de ejecutivos a asesores de pega, y, en fin, retribuye a los sindicatos con aportaciones de tantos ceros, que, la verdad, solicitar a los españoles solidaridad con los más desvalidos, resulta hiriente, sangrante, grotesco, desvergonzado, demagógico y tiránico.
Para solicitar solidaridad a los conciudadanos, el Presidente debe dar ejemplo al respecto. Puesto que no lo hace y no se advierte voluntad de rectificar en ese sentido, los administrados no podemos ser solidarios cuando los administradores tienen la autoridad de una hiena.
El señor Secretario General del Partido del Movimiento que, en realidad, gobierna a España, lo que quiere es complicidad. Pretende ZP el silencio cooperador de los españoles, a sabiendas de que no tiene la más mínima idea de la política económica eficaz que nos rescate del pozo en el que él nos ha hundido. O tal vez sí tenga idea pero subordina el asesoramiento de sus colegas al interés particular de su permanencia en el poder.
Los iluminados, como el "dux" del Partido, necesitan el brillo a su alrededor puesto que no tienen la luz propia de las estrellas. ZP se cree astro cuando no es más que un asteroide errante, una chatarrilla espacial desprendida de algún artefacto enviado a la atmósfera. ZP se autoadora y se besa a sí mismo agradeciéndose su forma de ser.
Solidaridad, dice Zapatero. Uno estaría dispuesto a secundar su petición si, al menos, mostrara un cambio de rumbo en dos simples detalles. Uno, que su correligionaria Petronila Guerrero, se deshiciera del Palacete de la Plaza de las Monjas y pusiera de patitas en la calle al ejército de asesores inútiles que alinea en la Diputación de Huelva. Otro, que el Consejero andaluz de Desempleo, el señor Fernández, nos explique el destino de los cientos de millones que echa por la alcantarilla de los cursos del Fondo de Formación de la señorita Martis así como el número de familiares de directivos de esa Fundación socialista que han sido contratados de manera irregular, equívoca, alegal o, sencillamente, ilegal.
Solidaridad entre golfos y desvergonzados no es solidaridad. Es la condición sine qua non de una banda, de una secta, de una tropa mercenaria. Solidaridad social es la exigencia del Gobierno de rendir cuentas sobre la eficiencia de su gestión y sobre la honradez de sus actos. ZP es como el rico obeso que manduca a dos carrillos y que tira las sobras de su pantagruélico festín a los vasallos y a los perros que se sitúan a los pies de su mesa. A continuación, les pide a éstos que repartan los restos entre el pueblo. Es la solidaridad de un tirano.
Es la solidaridad de ZP, que es dueño de un poder que se ha convertido en el mayor enemigo de su propio "yo". Dice el proverbio chino que nunca se desvía uno tan lejos como cuando cree conocer el camino, porque es más fácil variar el curso de un río que la soberbia de un hombre.
Un saludo.
El señor Presidente -por accidente- del Gobierno de España gasta tanto dinero en temas superfluos, permite que algunas Comunidades Autónomas despilfarren los caudales públicos, condona deudas millonarias a países donde la democracia es una cuerda deshilachada, mantiene salarios de ejecutivos a asesores de pega, y, en fin, retribuye a los sindicatos con aportaciones de tantos ceros, que, la verdad, solicitar a los españoles solidaridad con los más desvalidos, resulta hiriente, sangrante, grotesco, desvergonzado, demagógico y tiránico.
Para solicitar solidaridad a los conciudadanos, el Presidente debe dar ejemplo al respecto. Puesto que no lo hace y no se advierte voluntad de rectificar en ese sentido, los administrados no podemos ser solidarios cuando los administradores tienen la autoridad de una hiena.
El señor Secretario General del Partido del Movimiento que, en realidad, gobierna a España, lo que quiere es complicidad. Pretende ZP el silencio cooperador de los españoles, a sabiendas de que no tiene la más mínima idea de la política económica eficaz que nos rescate del pozo en el que él nos ha hundido. O tal vez sí tenga idea pero subordina el asesoramiento de sus colegas al interés particular de su permanencia en el poder.
Los iluminados, como el "dux" del Partido, necesitan el brillo a su alrededor puesto que no tienen la luz propia de las estrellas. ZP se cree astro cuando no es más que un asteroide errante, una chatarrilla espacial desprendida de algún artefacto enviado a la atmósfera. ZP se autoadora y se besa a sí mismo agradeciéndose su forma de ser.
Solidaridad, dice Zapatero. Uno estaría dispuesto a secundar su petición si, al menos, mostrara un cambio de rumbo en dos simples detalles. Uno, que su correligionaria Petronila Guerrero, se deshiciera del Palacete de la Plaza de las Monjas y pusiera de patitas en la calle al ejército de asesores inútiles que alinea en la Diputación de Huelva. Otro, que el Consejero andaluz de Desempleo, el señor Fernández, nos explique el destino de los cientos de millones que echa por la alcantarilla de los cursos del Fondo de Formación de la señorita Martis así como el número de familiares de directivos de esa Fundación socialista que han sido contratados de manera irregular, equívoca, alegal o, sencillamente, ilegal.
Solidaridad entre golfos y desvergonzados no es solidaridad. Es la condición sine qua non de una banda, de una secta, de una tropa mercenaria. Solidaridad social es la exigencia del Gobierno de rendir cuentas sobre la eficiencia de su gestión y sobre la honradez de sus actos. ZP es como el rico obeso que manduca a dos carrillos y que tira las sobras de su pantagruélico festín a los vasallos y a los perros que se sitúan a los pies de su mesa. A continuación, les pide a éstos que repartan los restos entre el pueblo. Es la solidaridad de un tirano.
Es la solidaridad de ZP, que es dueño de un poder que se ha convertido en el mayor enemigo de su propio "yo". Dice el proverbio chino que nunca se desvía uno tan lejos como cuando cree conocer el camino, porque es más fácil variar el curso de un río que la soberbia de un hombre.
Un saludo.
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