CUANDO LAS PALABRAS EMOCIONAN
Uno escribe para que le lean. Quien diga lo contrario, miente. Unas veces te leerán más que otras. Pero el mensaje llega siquiera a unos pocos. Uno escribe a veces de manera más florida y otras, persiguiendo la llaneza. Alfonso Ussía escribía ayer un articulo en La Razón que titulaba "Hijos de puta". El denuesto entrecomillado tenía un destinatario: ETA. Ussía es un excelente escritor que no se muerde la lengua y cuya pluma, afilada como el más forjado acero toledano, es la antítesis de lo romo. Su dominio de la lengua hace que cada una de sus embestidas dialécticas se convierta en alfanje moro o en azagaya cromañoide. Cuando el arma penetra, arrastra consigo sangre, vísceras y piel.
Uno, que está a millas de la categoría de Ussía, no participa de su violento y arrasador verbo. Nunca. Sin embargo, como la película de Bond, nunca dirás nunca jamás. El artículo que les menciono constituye una muestra de cómo en el siglo XXI los sentimientos y las emociones afloran en los hombres y en las mujeres con la misma intensidad que llevaba a nuestros más remotos ancestros a las barbaridades más atroces. La ciencia progresa pero no avanzamos en el control de los sentimientos más viscerales ni en la teoría filosófica más moderna. El tópico de la violencia engendra la violencia, como todos los tópicos, descansa en una base cierta.
Dicho lo cual, manifiesto mi disconformidad con el mensaje formal de Ussía -y las formas son esenciales en democracia- por más que suscriba el fondo del mismo. Que son asesinos y cobardes hasta decir basta.
Sin embargo, deploro la expresión "hijos de puta" con que titula su ácido artículo. No le disculpa el dolor por el asesinato vil de los guardias civiles. El escritor no puede venderse como un mercenario de nadie, ni siquiera de sí mismo, ni caer en la trampa saducea de la cólera divina. Seguro que las madres de esos infames etarras no ejercen la profesión más antigua del mundo y posiblemente condenan sus conductas rastreras. Esas madres y los españoles de bien despreciamos a los cobardes.
Esos cobardes no son únicamente los ejecutores del crimen. Hay muchos más que se agazapan en las madrigueras y, desde ellas, planifican atentados que otros materializarán.. Cobardes. Desde la mano que mece la cuna al traidor que se presta al diálogo con estos malditos asesinos. Desde quien mueve los hilos institucionales a los que prestan su voz a una causa fascista. Desde los que promueven la ruptura de España arguyendo derechos históricos a los que nada hacen por exigir el cumplimiento de las leyes. Desde los que interpretan la Constitución a su antojo a cuantos avisan ladinamente de redadas de la policía. Todos esos son cobardes. No serán asesinos pero de alguna manera contribuyen a que la banda terrorista siga perpetrando fechorías.
Alfonso Ussía es mucho escritor. A Ussía hay que exigirle, quienes leemos su prosa directa con admiración, que no baje la guardia en el fondo y que cuide la forma de su esgrima literaria. Generaciones vendrán que le juzgarán por sus obras y no por sus amores. Hijos de puta, no.. Asesinos y cobardes, sí, hasta la náusea.
Un saludo.
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