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Francisco Velasco. Abogado e historiador

DESDE SEVILLA


 Razones de trabajo me obligan a desplazarme a una de las ciudades más bellas del mundo. Me obligan. Así es. La obligación se impone a la devoción. Resulta complicado mantener la devoción hacia esta ciudad cuando la sensación térmica se impone al termómetro y golpea a los transeúntes como un boxeador sin  piedad.

 Busco los resquicios de sombra a mi paso por la avenida de la Constitución. Imposible, so pena de tropezar una y otra vez con los que se disputan ese pedazo de calzada semipeatonal. A duras penas me arrastro hasta la plaza del Duque. Confío en encontrar un taxi que me acerque al aeropuerto. Momento inoportuno. Numerosos  taxistas habían cortado la circulación en protesta contra el Ayuntamiento de Monteseirín que no había instalado toldos para atemperar el incendiario sol de los veranos sevillanos.

 Inútil la desesperación, encuentro un asiento en mesa de La Campana. Un café negro con hielo, pido a la camarera joven que hace de tripas corazón atendiendo circunspecta a los clientes sudorosos que nos arracimamos en busca de una silla y de una sombra. El conflicto de los taxistas se prolonga durante una hora. Ojeo y hojeo el periódico que he comprado en el kiosco aledaño. No puedo concentrarme en la lectura. El furor de los centígrados se ceba entre los que desafiamos el aire tropical a pie de calle. Una hora después, hacia mediodía, los profesionales del taxi desisten de su actitud y vuelven a la diaria lucha. Tengo suerte. Ocupo uno de los que quedan libres e indico la dirección: -A san Pablo. Casi sesenta minutos invierte el taxista en cubrir el trayecto. El Plan E arrasa. Calles cortadas, aceras levantadas, polvaredas por doquier, atascos por allá, imprecaciones tácitas y altisonantes.

 El aire fresco -acondicionado- del vehículo me reconforta un poco. El chófer habla, esperando mi respuesta. Prefiero responder con algún monosílabo, evitando la conversación. El conductor se cabrea por la falta de interlocución. Silencio. Llegados a mi destino, pago la cantidad estipulada. Antes de cerrar la puerta, el conductor se dirige a este articulista y le espeta: -¿no será usted del PSOE y, por eso, se quiere "escaquear" de la "m..." de alcalde que tenemos? Sonrío. Musito un cortés adiós.

 Un saludo.

 

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