PARA ANALFABETOS, LOS FUNCIONALES
Habrá que empezar por la definición. ¿Qué entiende usted, articulista, por analfabeto funcional? Algo muy sencillo de describir, sobre todo porque la experiencia y el entorno nos muestran que el número de estos especímenes aumenta exponencialmente en plena generación de las altas tecnologías. Un analfabeto es quien no sabe leer ni escribir. Por fortuna, su número ha ido disminuyendo hasta convertirse en una cifra casi insignificante. Sin embargo, el analfabeto de nuestros días es el funcional, que es quien sabe leer y escribir pero ni lee ni escribe. Es decir, posee un poderoso instrumento de culturización y de civilización y, sin embargo, no lo utiliza.
Es como, por ejemplo, el Inspector Jefe de Educación de cualquier provincia, que debe velar por el cumplimiento de la ley, pero como no sabe interpretar esa ley, como es dependiente del partido político que le ha colocado en el cargo que ocupa, como toda su finalidad es defender a sus amigos, sus nepotes, como sabe que si se mueve lo quitan de la foto, entonces, va y no cumple la ley. No es un analfabeto legal, es un analfabeto ético-funcional. En este punto, conozco a uno que...
La idea del artículo me la ofrece una noticia de prensa que leo en distintos medios. Se refiere al Juez Emilio Calatayud, hombre muy ligado a sentencias singulares que epatan más que corrigen. Es posible que el defecto literario se halle en los periodistas que redactaron el titular: "Se condena a un joven de 17 años a aprender a leer y a escribir". ¡Socorro! Qué dirían ustedes si cambiamos la precitada portadilla y la dejamos de esta suerte: "Se condena a un joven de 17 años a veranear en un hotel de lujo con todos los gastos pagados". Hombre, qué condena puede ser aprender a leer y a escribir. Es un regalo, es una lotería, es una fortuna. Nunca una condena.
Abandono la forma y penetro en el fondo de la idea. Cómo es posible que un joven de esta edad, en 2009, en plena época de secuelas de la LOGSE, no sepa leer y escribir. Muy sencillo. Por más que los profesores han podido poner todo su interés, todo su desvelo, toda su fatiga, todo aquello que le sale del alma pero que no está obligado sino por amor propio a hacer, todo su esfuerzo en enseñarle, la Inspección educativa, interpretando la ley al estilo embudo papanata, ha dicho que sí, que promociona de curso. La Inspección de (mala)Educación vomita asegurando que ya aprenderá, que lo que importa es que no deje de arroparse en el núcleo de sus compañeros y amigos de curso, que no se sienta infeliz, que socialismo es libertad,... La Inspección de la señorita Pepis advierte/amenaza que no va a consentir una situación de menores marginados/despreciados/subestimados por un suspenso más o menos. Que si no va a clase, Dios (bueno, Dios no, que
ellos son laicos) proveerá, que si hace lo que quiere en el Centro, es porque los profesores no saben pedagogía pues, como decía Claparède, el niño no hace lo que quiere, sino quiere lo que hace... Que molesta a sus compañeros y los embarca en su espiral de nihilismo, eso es atención a la diversidad, multiculturalidad, espíritu de desarraigo social de los listos.
La Inspección. Quién inspecciona al Inspector. Qué vergüenza.
Y todo porque el Juez de menores, el señor Calatayud, se dio cuenta de que el acusado era analfabeto cuando era juzgado por apropiarse de un perro y no supo encontrar su nombre en la lista de procesos. El Juez Calatayud no ha condenado, ha sentenciado y, con la parte dispositiva de este fallo judicial, ha reclamado orden y concierto, sensatez, sentido común, feed back educativo, regreso al túnel del tiempo, reparación de una chapuza inadmisible, exigencia de una normalidad educativa, voluntad de una regeneración moral y legal, alcance de una igualdad necesaria (Bibiana, Aído, igualdad, porfa)rota por los majaderos que confunden confunden causas con consecuencias, culo con témporas, curriculum con periculum, socialismo con libertad. La indignación guía mi estilo literario por las sendas del expresionismo. Quizás fuera más productivo en este caso el impresionismo literario, pero no puedo, la pasión me lleva la mano.
El Juez Calatayud no tiene competencias para exigir responsabilidades, pero sí hombría y honradez para denunciar el fracaso de todo el sistema, la descoordinación de las instituciones, la ineptitud quasi delictiva de la Inspección de (nefasta) Educación. Tiene ese deber porque la sentencia, siendo particular, no es singular. Hay miles de jóvenes en situaciones similares. Tristeza e impotencia. Carne de cañón al que el centro pone la mecha pero que es disparado por los inspectores y por los políticos de mala estofa que quieren quitarse cuanto antes al muerto de encima. Se le aprueba y si hay que darle el título,también se le da.
Socialismo no es libertad. Puede ser otras cosas positivas, pero libertad no, porque si el socialismo es como el de Stalin, eso es fascismo; si es como el de Chávez o Castro, eso es dictadura; si es como el de Zapatero, eso es propaganda nazi, ansia de poder caiga quien caiga y pese a quien pese. En los tres modelos de socialismo, una cosa común: la ignorancia y la pobreza caminan juntas hacia el abismo.
Un saludo.
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