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Francisco Velasco. Abogado e historiador

DE HUXLEY A ORWELL

 El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define el término palimpsesto, en su primera acepción, como un manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente.
 Tentación de los totalitarios es crear una vida utópica, huérfana de miserias y de enfermedades del pasado y temerosa de las oscuridades del futuro conformista. El británico Huxley representó, de forma magistral, esta voluntad en su multieditado libro "Un mundo feliz". Constituye la lucha perpetua entre la verdad y la ficción, por más que, como ocurría con el platónico mito de la caverna, el mundo irreal trae la felicidad, por más que los habitantes sean esclavos o estén presos en la cárcel de su mente. ¡Quién, dentro de 20 años, se atrevería a historiar el problema de la infelicidad social de Andalucía, el aumento del paro o la violencia doméstica, si las hemerotecas han desaparecido y en las videotecas sólo se conservan dvds con retransmisiones de partidos de fútbol y de corridas de toros! ¿No recuerdan, en el franquismo, cómo los dirigentes se conducían del mismo porte, con la única diferencia de que hemos sustituido la televisión en blanco y negro por la de color? El palimpsesto es el exponente de una clase política que quiere convertir en utópico lo que es distópico. Es decir, se quiere mostrar como modelo de felicidad (utopía) lo que es el resultado de una sociedad oprimida controlada por un gobierno autoritario (distopía). O lo que es lo mismo: si la utopía es el mejor de los mundos, el sueño de todo ciudadano hecho realidad, la distopía es el peor de los mundos, la sumisión definitiva y absoluta, el sueño de todo gobernante hecho realidad, y será tanto más efectiva cuanto mayor grado de satisfacción produzca en el ciudadano.
Cuando el borrado se realiza con una finalidad económica, se puede entender que la escasez de soporte material es causa eficiente para materializar una nueva escritura, y otra y otra. Durante la postguerra, quienes nos acercamos a edades sexagenarias, como los cuadernos resultaban caros, se recurría en los colegios al socorrido pizarrín. Cosa distinta es el borrado con intención política o moral. En esa circunstancia, el borrado presenta una connotación aviesa en tanto se quiere reescribir la historia a conveniencia del régimen en el poder, despreciando la objetividad científica y manipulando, a gusto, la conciencia de los protagonistas. En este contexto, el palimpsesto es la materialización de un sistema político totalitario, sea soviético, sea nazi. Y es entonces cuando empieza el problema. Por ejemplo, la retirada de signos relacionados con el franquismo, constituye un acto totalitario por más que se inserte en el marco de una ley democrática, ya que tamaña decisión no persigue la fidelidad de la historia más o menos reciente, sino borrar de la memoria colectiva una parte de la historia que los nuevos dirigentes se niegan a asumir como vivida. En este punto, un régimen nazi o soviético quemaría libros, destruiría museos o cortaría lenguas. La sempiterna tentación de los dictadores es borrar la historia anterior, extraerla de nuestro recuerdo y sobre ella, escribir lo que conviene. Una película, de producción española, se titula "Estambul, la ciudad palimpsesto" y hace mención a la cultura de un pueblo capaz de aglutinar torno a sí, sin perder su esencia, el lenguaje de sus piedras y el crisol de sus lenguas en los 27 siglos de vida de la ciudad.

 A este intríngulis lo denominó Orwell "doblepensar". Si Zapatero asegura que la crisis (una vez que ha reconocido su existencia) finaliza en abril, su partido y su gabinete ministerial deberán adquirir la habilidad mental (autoengaño) necesaria para convencerse a sí mismos de que en abril finalizará. Y para ello, Orwell recurre a la creación de ministerios singulares: el de la Verdad (que se encarga de manipular la mente de los ciudadanos), el de la Abundancia (para gestionar los escasos recursos), el de la Paz (para movilizar tropas) y el del Amor (que coacciona, física y mentalmente a la población). Así, el  doblepensar es un estado mental por el cual se crea un lenguaje artificial a fin de que el partido modele a discreción la mentalidad de los súbditos. En este sentido, el Estado es el Gran Hermano (Dios o Leviatán) que todo sabe y todo controla. Y si alguien muestra desvaríos que recuerden tiempos pretéritos borrados, esa persona sufrirá la "vaporización", se convertirá en "no persona" a la que nadie recordará. 

 ¿Les suena? Les invito a que establezcan paralelismos actuales. Les transmito mi propia impresión, a vuela pluma: todos los ministerios los dirige el Gran Hermano Zapatero, y al frente de cada uno sitúa a Blanco (Verdad), Salgado (Abundancia), Chacón (Paz) y Rubalcaba (Amor). Pero ¿y Chaves?, me dirán. Chaves, Chaves, Chaves,... Telón.

 Un saludo.

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