LA VERDAD QUE LA PAZ
O la injusticia al desorden. De Unamuno a Goethe. Cuestión de prioridades, que no decisiones sin fundamento. No cabe esperar sinrazones, exceptuadas las expresas en momentos de incontinencias verbales pasajeras, de ambos genios del pensamiento.
Las vacaciones prolongan el ánimo de relax allá donde los sentidos nos llevan. He pasado dos semanas en la castellana y cosmopolita Salamanca. Pasear por sus calles, participar del mensaje de sus piedras, advertir la fuerza de la fachada pese al vacío existencial interior de la edificación antigua, pisar el suelo que hollaron ilustres antepasados, entre otras actividades del común, vienen a enriquecer las rutinarias actuaciones de quienes nos atrevemos a mirar con ojos críticos la realidad que nos rodea.
Mi comentario se somete al tantán de la historia que celebraron los grandes y se abriga en la tupida malla de los que no cayeron en el hechizo de la seducción gracias a la férrea voluntad de su ánimo. Antes la injusticia que el desorden, manifestó el alemán, mientras el español de Bilbao reivindicaba el poder de la verdad sobre la entelequia de la paz presunta.
El orden establecido como fuente de injusticias constituye una descalificación reaccionaria que encuentra su acoplamiento en la innecesaria sed de venganza de las turbas. La revolución francesa se cobró millares de vidas en su insaciable ánimo de poner fin al régimen político que presenció y padeció. Sin embargo, ni es válido cualquier orden al precio de cualquier injusticia ni la injusticia avala el orden preestablecido. El desorden, entendido como caos, se convierte, así, en madre de todas las injusticias. Goethe no era un animal ávido de maldades. Sencillamente, un hombre capaz de distinguir la machadiana voz del rimbombante eco.
Y Unamuno. No saquen su expresión de su contexto lógico. Antes la verdad que la paz es un alegato demoledor contra los prudentes travestidos de cobardes y contra los embaucadores políticos. Millán Astray venció y trajo la paz pero se apartó de la verdad. La paz de los cementerios y la paz de los sans culottes de la libertad no pueden imponerse a la verdad de una España mutilada por el odio. Mala cosa es trasladar al pueblo las bajezas del líder. Cuando la duda no fustiga nuestro espíritu, el resultado es el error de la soberbia. La verdad se encuentra si se la busca desde la humildad. La paz adviene cuando la verdad prevalece. Una verdad que no reside únicamente en la razón, también en la fe o en la esperanza, pero sobre todo en la libertad. En la libertad que nace de la igualdad.
Ellos pueden pero nosotros podemos. Dónde el desorden y la injusticia, dónde la verdad y la paz. Dónde el establishment, dónde la subversión jurídica. Dónde la guerra, dónde la pasividad del conforme. Dónde estamos y a dónde nos dirigimos.
Un saludo.
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