EL COBRE
Sobre la explotación del cobre, los cartagineses y romanos tienen mucho que agradecer al yacimiento de Rio Tinto. Guerras aparte, la economía del cobre contempla en estos días una administración bien diferente. Es la explotación del robo. El latrocinio del cable.
Los amigos del cobre, asociados con evidentes fines de apropiación de lo ajeno, se multiplican. La Guardia Civil se las ve y se las desea para frenar la imparable marcha de los buscadores de tendidos telefónicos. Los gastos de reparación se disparan. Y lo que es peor de todo: la inseguridad prende en todos los rincones de la sociedad. Hoy quedan incomunicados estos pueblos y mañana aquellos otros. A este paso, ciertos inversores verán recompensados sus esfuerzos económicos. A costa de muertos, heridos, permisividad a las mafias, daños a los legítimos propietarios y corte de mangas al estado de bienestar social.
El Ministerio del Interior debe tomar cartas en el asunto. La delincuencia organizada se extiende y los capos de estas redes conocidas desafían a las fuerzas de seguridad. En el marco de una sociedad vapuleada por tantos fracasos económicos, el Gobierno no puede distraer la atención mirando hacia otro lado. Urge emprender medidas de control.
La credibilidad de la clase política se encuentra bajo mínimos. En este terreno pueden hallar un trampolín de regeneración. No considero de recibo atribuir a los cuerpos y fuerzas de seguridad el estado de alarma creciente. Menos con los medios de que disponen. Al Gobierno, sí. El Gobierno debe terminar con esta lacra con toda la viveza y el empeño. Que se bata el cobre. Que trabaje. Que martillee. Que suene y que sus golpes guarden el compás.
El palo de las olimpiadas a Madrid tiene mucho que ver con el cobre. El cobre de la crisis. El cobre de los desahucios. El cobre de los comedores escolares para niños mal nutridos. El cobre de los cables de los tendidos. El cobre de la delincuencia no apagada. El cobre del trabajo eficaz y eficiente. El cobre.
Un saludo.
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