INSTRUMENTALES
Con el comienzo del nuevo curso académico a la vuelta de la esquina, uno constata que el curso político sigue su andadura sin la discontinuidad vacacional. Cosas del acoso al PP. Hasta en verano, las turbulencias de Bárcenas y las iras hacia Wert priorizan la actividad desgastadora de la oposición.
A veces, es preferible despreciar mostrando el rostro del no aprecio. A veces. Acaso ésta sea una de ellas. La educación española adolece de debilidad acumulada. Los partidos en el poder se tiran la pelota unos a otros con la intención de descargar su responsabilidad en el desaguisado. Craso error. Sucede que cuando llega un ministro y decide intervenir en el ovillo, todos cargan las tintas contra el desfacedor de entuertos. Qué se habrá creído el tipo este, vociferan los turiferarios del predecesor en la cartera. Acaso se cree que va a reparar la avería y todavía pensará, tan necio, que vamos a consentir que pueda hacerlo. Así está el mercado de la política y a tales niveles de bajeza estamos asistiendo.
En este sentido, mi comentario se concreta en un punto. Las disciplinas instrumentales, esto es, las matemáticas y el lenguaje, como requisito indispensable para que los alumnos pasen de curso. Estoy absolutamente a favor. Desde el primer año de la Primaria. Si se espera al segundo curso, el árbol de la firmeza científica crecerá doblado. Item más si el establecimiento de la medida se deja para la Secundaria.
Matemáticas y Lenguaje exhiben su valor instrumental a partir de sus cualidades estructurales y formativas. Y ello porque garantizan fundamentos sólidos, procedimientos seguros, resultados fiables y actitudes trascendentes. La enseñanza es una actividad de medios pero también de resultados. No basta en adquirir conocimientos, hábitos y técnicas. Es preciso implantar mecanismos que midan estos progresos. No basta con hablar de capacidades, sino que se debe concretar el nivel de decisiones, iniciativas, laboriosidades o colaboraciones solidarias. Todo ello hasta conseguir una transformación de la conducta.
La idea no sólo me parece excelente, sino que, como tal, debe ser potenciada. La felicidad de los alumnos que preconizan algunos exégetas del dolce far niente debe ser reemplazada por la satisfacción del deber hecho y de los resultados apetecidos. La ciencia y la política van de la mano cuando hay voluntad de superación. En caso contrario, PISA pone a los eternos obstaculizadores al pie de sus propias pezuñas.
Un saludo.
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