APOTEOSIS DEL ABOGADO BALTASAR GARZÓN
Me dicen que me cuentan que han visto al exjuez Garzón saltándose la cola de acceso a Gibraltar, sin respeto alguno hacia los centenares de ciudadanos que aguardaban su turno de paso. Ya ven que eso de la igualdad del artículo catorce de la Constitución se predica para los pobres, que no para los poderosos. Qué le vamos a hacer si el pueblo sigue bajo el yugo de los señores, ayer de la tierra, después del capital y ahora del partido. Qué le vamos a hacer.
Pues sí, el campeón de los GAL, el arrepentido de la caza de Barrionuevo, no sabe cómo actuar a fin de ganarse la indulgencia de la gente que mandonea en la izquierda. En todo caso, cuando su estrella jurisdiccional se ha eclipsado a causa de sus desmanes probados, el hombre no renuncia al fulgor de los focos de la prensa ni a los privilegios del star system. Lo mismo se alía con la Kirchner que fastidia los intereses españoles, que fustiga a los norteamericanos, que echa una mano a los gibraltareños. Lo que sea, con tal de cumplir venganza contra el país que le arrebató sus preciadas puñetas de la audiencia nacional. No discuto su derecho, quede claro, simplemente me limito a describir su yo y sus circunstancias.
Que alguien me explique la presencia de don Baltasar en el Peñón junto a Picardo, el postinero primer ministro de la roca, y Carracao, exsenador del Psoe y asesor de don Fabián. Como si se quieren ir a cazar monas. Sin embargo, las batidas cinegéticas de don Garzón no salen gratis y si no, que le pregunten al efímero, por fortuna, ministro de justicia Bermejo. Y que la propia policía española destinada en la frontera nos aclare quién permitió a los ocupantes del vehículo pasarse la cola de coches que aguardaban impacientes.
No me puedo creer que el abogado Garzón venda sus servicios profesionales a cualquier sujeto implicado en asuntos de narcotráfico, de contrabando o de blanqueo de capitales. La entonces luminaria contra el bandidaje se habría apagado hasta el extremo de defender intereses de presuntos delincuentes que, aparte de actuar como autores, pueden ser cooperadores necesarios en delitos varios. Y especialmente, si esos sujetos muestran sus odios ancestrales a todo lo que suene a español. O acaso el abogado requiera vendetta contra el sindicato Manos Limpias que, años atrás, se querelló contra él por presunto delito de prevaricación.
En su defensa de los derechos humanos, don Baltasar parece postularse a favor del régimen gibraltareño a pesar de los avatares que convierten al territorio en una de las economías más prósperas del mundo. A la democracia española, que le den, se dirá el eximio jurista andaluz. Porque por encima de nada, de todo y de lo que haya de venir, está su sed de venganza. Contra España, contra la derecha política, contra el orden social y contra lo que le moleste. Si de proteger a los paraísos fiscales se trata, chitón.
Un consejo: donde las dan, las toman. Y de ese brebaje ha tomado un par de copas. A ver si las siguientes le sientan tan mal que se le acaben las ganas de sentarse en el umbral del derecho a la espera de que pase el cadáver de sus millones de enemigos.
Un saludo.
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