MOCHILEROS
La actualidad sociopolítica andaluza se centra en tres ejes. El primero, la Junta de los griñanes y valderas. El segundo, los juzgados (Alaya y pocos más). El tercero, la Guardia Civil. Sobre este trípode se alza la plataforma metálica en la que se queman los papeles de la corrupción institucionalizada y se carbonizan las entrañas de quienes sufrimos la desventura de compartir país con seis millones de españoles desempleados. Es una vergüenza que, lejos de remediarse, se encallece.
Invercaria/Invercaries, la sociedad de capital riesgo que se inventó la Junta para afanar por otras vías distintas a las de empleo o educación o sanidad, viene siendo investigada por presuntos delitos de malversación, tráfico de influencias y falsedad. Con independencia de que su director financiero fuera nombrado a dedo sin tener ni siquiera estudios de Bachillerato, los gestores del invento dieron una vuelta de rosca a la porquería. Se contrató a mochileros. Esto es, a empleados que cobraban nóminas de esta empresa pública, pero no trabajaban en su sede.
Estos individuos de mochilas repletas fueron detectados en 2009. Pues bien: durante años siguieron cometiendo las tropelías de rigor consentidas por los irresponsables de la política Juntabandidos. Forman parte de la Consejería de Innovación (para seguir mangando), Ciencia (en las tesis del latrocinio) y Empresa (entendida como filial del fondo de reptiles y caimanes).
Dicen que Bárcenas se forró. En Andalucía hay barcenitas, lanceritos y cristobitas que, a lo tonto de la izquierda floja, se embolsan millones bajo la apariencia de todo para el pueblo pero que le den por saco al pueblo.
Lo de Andalucía no es una llaga ni una úlcera ni una herida. Lo de Andalucía es una canallería general en la que los mochileros son unos, los maleteros otros y los portadores de baúles de la Piquer, los que tienen la voz de mando. A este paso, mochila a mochila, trolley a trolley, valija a valija, los apandadores del tío Gilito van a dejar la nevera más vacía que el ojo del tuerto de la Administración cómplice.
Y Griñán, sin terminar de largarse.
Un saludo.
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