EL SPECIAL MISTER
Por si alguien no se había enterado, un intruso no es una persona que se ha introducido sin derecho en algún asunto. Un intruso es un señor especial. Un señor que alterna con personas de condición superior y que aspira a confundirse con ellas.
En los EREs, que sí, que le coloco la ese del plural aunque no se recomiende, en los EREs digo, los señores especiales eran aquellos que, por no pertenecer a la plantilla de la empresa, se hacían pasar fraudulentamente como miembros de la misma y, de esta manera, se beneficiaban del pastizal a percibir. No sé si se van dando cuenta de la modificación léxica. Un prejubilado falso es, pues, un señor especial.
Muy bien. Si los facinerosos que asumieron la intrusión son señores especiales, qué categoría ostentan los creadores, impulsores y autores materiales de esta canallada sin precedentes. La V.S.M. Very special misters. Así, Guerrero, el desenmascarado del Psoe, o Lanzas, el conseguidor de la Ugt, se clasifican en ese status. Entonces, en qué estrato de la arqueología de los paleogolfos situamos a los responsables de la Consejería de Empleo. Y, a fin de perfeccionar el protocolo de tratamiento a tan distinguidos homines sapiens, ayúdenme a buscar emplazamiento señorial para la cúspide de la Junta de Andalucía.
Una cosa es evidente. Si esta panda de corruptos son especiales, habrá que reclamar a los académicos de la Lengua una nueva definición de este término. El rasgo de singular o particular, su diferencia de lo común o general, ha perdido actualidad. Los hay por miles. La única especial de verdad, la que se entrega a un fin concreto y peligroso, la que pone en juego su salud en defensa del interés público, es la juez Alaya. Ella sí es especial. Porque es cumbre nívea en una montaña de basuras y de residuos sólidos.
Un saludo.
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