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Francisco Velasco. Abogado e historiador

PIEDRA, PAPEL, TIJERAS

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 La toma de San Telmo. La Bastilla andaluza es el edificio de bellísima portada barroca donde ha instalado su cuartel general la presidencia psoecialista de la Junta de Andalucía. Durante los años de bonanza y de prosperidad, los empleados públicos fueron los grandes sufridores de los elevados precios del mercado. El resto de trabajadores lograba mejoras salariales adecuadas al nivel de vida. Los funcionarios permanecían asidos al duro banco de unos salarios escuchimizados. El ciclo económico y financiero atraviesa las aguas movedizas de la depresión y los beneficiados de ayer se someten a las restricciones de hoy. El despido laboral sacude la dignidad de millones de personas y de familias. Bien es cierto que entre los empleados públicos se contiene el castigo bíblico del trabajo con el sudor de la frente. Mas lo que no cabe duda es que los famélicos sueldos de los felices años dos mil se han rebajado a categoría limosnera a causa del crack de 2008.

 

Los empleados públicos padecieron el asalto del IPC cuando el pasto saturaba los estómagos de las vacas gordas y subsisten patéticamente en el reino de las vacas flacas. Y ya está bien. Estos trabajadores pueden clamar al cielo en busca de respuesta a su eterno interrogante: ¿por qué somos los últimos de la fila contigo y sin ti? ¿Por qué? Este mes de junio, el recortazo a las nóminas de este colectivo va a rasgar vestiduras, epidermis y carne. Más que unas tijeras, les van a clavar un estoconazo. Los tratan como a toros liquidados de mala manera por los maletillas de la corrida que cobran honorarios de José Tomás. Los tendidos de la plaza, llenos a rebosar. Miles de cargos a dedo, de asesores de la mano, de sindicalistas de entrepierna, de patroncitos de oficinas y de políticos de algarabía aplauden a rabiar la masacre. Los pañuelos flamean al aire solicitando las orejas y los rabos para los lidiadores de la matanza sangrienta. La empresa, con sede en San Telmo, mira con avaricia los paquetones de billetes expropiados. Griñán y Valderas no disimulan el contento en privado mientras derraman lágrimas de cocodrilo en público. La culpa, apuntillan, del PP.

 

Desgraciados los que creen que el hambre y la sed de justicia será saciada por estos ganapanes. Desgraciados los pobres de espíritu si confían en el reino de los corruptos de los EREs. Desgraciados los que lloran porque no tendrán ni para secar su llanto. Desgraciados los mansos que se conformarán con hartarse de tierra. Desgraciados los que se apiadan de estos gobernantes porque ellos nunca tendrán misericordia. Desgraciados los que nunca verán a Dios porque su corazón sucio ciega sus ojos. Desgraciados los pacíficos que prefieren el silencio de los corderos a la lucha por su dignidad. Desgraciados los que sufren persecución por la justicia de nuestros mandatarios porque van de cráneo si piensan que el acoso y derribo tiene fecha de caducidad. Desgraciados.

 

Con la piedra, nos golpean en la cabeza. Con el papel, nos torean. Con las tijeras, no sacan las vísceras. Funcionarios de España, uníos. Todos contra los golfos del dedo y del mangoneo. Todos unidos.

 

Un saludo.

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