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Francisco Velasco. Abogado e historiador

CONTROL EFECTIVO

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Cuando Aznar gobernaba y Zapatero obstruía, las Cortes se conducían por la aritmética popular. En democracia, no cabe otra. Si se disfruta de la mayoría absoluta, la cautividad del Parlamento obedece a los números. Así fue con Felipe, con Aznar y, ahora, con Rajoy.


Curiosamente, Adolfo Suárez ni José Luis Rodríguez bebieron las mieles/hieles de ese triunfo electoral. Algunos subliman sus frustraciones aludiendo a tópicos como el de la pedagogía política o el del respeto a los valores de las minorías. Cantinelas cansinas que quieren convertir en virtud lo que no es sino fracaso. Y en este caso, la cortedad de escaños se compensa con liberalidad hacia los prestamistas usureros. Suárez bailó con la más fea situación que jamás tuvo entre brazos presidente alguno. Y eso que Aznar debió cargar sobre sus espaldas la traición infame de los atentados de Atocha.


Es verdad que Aznar hizo uso, que no abuso, del decretazo. Lo mismo que manoseó Zapatero en más de una ocasión. Rajoy tampoco se ha resistido a esta práctica tan legal como discutible. Las tentaciones napoleónicas forman parte del sistema. Cosa distinta es que los líderes nos den el cambiazo de los valores por las vanidades del feriante. Peor aún que se refugien en el doctrinarismo decimonónico para ahogar su falta de ideas.


En esta tesitura, las camarillas fernandinas reverdecen en la primavera de los calores de estío. Las francachelas se concretan en prestaciones sociales, en avalancha de subsidios, en subvenciones a discreción, en cosechas de asesores golfos, en extensas gamas de coches oficiales de lujo, en el pago de dietas millonarias y en toda una parafernalia de despilfarros que escandalizan a los más experimentados. Es lo que pasa con los mentirosos y con los demagogos. Es el destino de los pródigos desvergonzados. Que vacían las arcas familiares y, bramante el estómago, vuelven al hogar en busca del perdón paterno y, de paso, de nuevos recursos para necesidades imperiosas. La eterna parábola. Patrimonializan la herencia y socializan los perjuicios. Qué hacer si ya no tengo crédito y las ubres están exhaustas. Resistir. Ande yo caliente… Que los proveedores no nos prestan más. Que los socios se plantan. Que la Merkel ha puesto el candado.


El socialismo rechaza a la condición humana, a Dios e incluso al orden natural. El psoecialismo reduce todo a cenizas para que, tras la derrota, el vencedor no pueda aprovechar los campos ni el ganado ni cualquier riqueza. La nada. La tierra quemada es la nada. El perdedor no quiere dejar al adversario ni un gramo de facilidades para llevar adelante lo que él no pudo hacer. Es el odio llevado a las últimas consecuencias. Caiga quien caiga y muera quien muera. La teoría de la tierra quemada se subsume en la política obstaculizadora y antipatriótica de Zapatero, digo de Rubalcaba.


Un saludo.



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