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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL TONTILARA

 

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Cayo Lara aspiraba a la presidencia del Gobierno de España. Pobre España. Toda la teoría política del coordinador general de IU se condensa en la concepción republicana del poder. Nada que ver con la democracia como sistema. La monarquía parlamentaria española es un desastre si tenemos en cuenta la opinión del señor Lara. La ha tomado con los tontos. Se puede hablar, incluso, de una nueva figura de chascarrillos: el tontilara, en honor a la prosapia intelectual de tan significado indigente.

 

Este caballero se ha preguntado en voz alta si tenemos que cargar con un Jefe de Estado tonto. Muy listo el progre. No sé si listo de capirote para rezar por su alma en exequias fúnebres o listo de remate de pactos podridos en Andalucía o listo de nacimiento en su Castilla natal o listo del bote para cobrarse los réditos de investir a Griñán como rey de los EREs. El futuro Jefe del Estado nunca será lo tonto que listo se nos antoja el ciudadano de Ciudad Real. Precisamente Ciudad Real, que a poco que se le dé un margen de confianza, la denomina Ciudad Pública.

 

A lo tonto, a lo tonto, el señor Lara, que nunca podría ser presidente del Gobierno en un país democrático, se nos postula como Jefe del Estado en una República bananera. Desde esa alta institución, don Cayo actuaría a tontas y a locas, con el desorden propio de quien está dispuesto a compartir los millones ajenos pero no a distribuir su pingüe salario de parlamentario nacional. Cuando se le cuestiona al respecto, se hace el tonto adoptando la apariencia de que no advierte el sentido del requerimiento.

 

El Jefe del Estado no podrá ser, en caso alguno, hombre, o mujer -que sería tonta-, compañeros y compañeras, falto de entendimiento o de razón, necio o incapaz. Puestos a malos presagios, basta echar la vista atrás y recordar la honda sabiduría de su aliado Zapatero, campeón de ruinas y líder de recesiones. Lo de Lara entra en el nivel de lo desbaratado. Acaso por ello, si no se aprovecha del río revuelto por estallido de minas de profundidad, quedará como un colipavo. Se muestra dulce y pacífico hasta que al reunirse con otras parejas organiza importantes alborotos.

 

Rafael Alberti versificó un autorretrato burlesco. Decía así: “Por las calles, ¿quién aquél?/¡El tonto de Rafael!/Tontaina tonto del higo,/rodando por las esquinas/bolas, bolindres y pamplinas/y pimientos que no digo./Mas nunca falta un amigo/que le mendiguen un clavel/¿Quién es aquél?/¡El tonto de Rafael!.Tontilara no es una autodefinición. Lo parece, pero no. Listo y muy listo.

 

La tontura de Lara es pillería de Cayo. Permítanme que parafraseee a Kant: El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca. Los tontilara, ya saben.

 

Un saludo.

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