ENERGÚMENOS
Las maldades de la reforma. Hay quienes, interesados en convertir la normalidad democrática en un diario conflicto callejero, culpan a la ley de reforma laboral de todas las desgracias de los trabajadores. Esperpento en su más desabrida acepción. Ni piensan ni quieren que se piense.
Si un empresario se desprende de un trabajador, meses antes de la reforma, en virtud de un escrito falsificado de baja voluntaria, no cabrá atribuir a esta reforma la mala leche de aquél. Bueno, pues también. Los que viven de la falacia y hacen del caos su medio natural de vida, fustigan cualquier voluntad racionalizadora de los hechos. Gente malévola y desleal que se alimenta de la carroña. Entre ellos, surge una especie de facinerosos que se caracterizan por la violencia y la bronca, la intimidación y la amenaza. A estos actos de soldadesca mercenaria agregan la perpetración de daños. Estamos hablando de los energúmenos. Demoníacos, furiosos, alborotadores.
Estos sujetos son los que desvanecen las esperanzas en la acción sindical como defensa de los derechos de los trabajadores. Si la confianza en los dirigentes sindicales decrece a la velocidad de los neutrinos, el apoyo desinteresado a los Toxo y a los Méndez se mide en unidades de ingenuidad rayana en el cretinismo. Los enégúmenos, como todos los factores de desestabilización social, tienen su antídoto. El remedio a este mal se despacha en las boticas del Ministerio del Interior y se consolida en los tribunales de justicia. Agentes de seguridad que actúen de manera contundente contra los piquetes desbocados que amedrentan a la ciudadanía y se parapetan, cuales cojomantecas de kale borroka, en la muralla de impunidad que les dispensan determinadas formaciones políticas.
Los amigos de la silicona en las cerraduras, los pintores de brocha gorda antiescaparates, los pancarteros de listones afilados y punzantes, arremeten contra rótulos comerciales, toldos hosteleros, puertas comerciales y todo aquello que huela a libertades. Y ello porque, huérfanos de representatividad obrera, se ofrecen como matones de lumpen, a los dirigentes barbados del aperitivo en el Villamagna.
Los energúmenos son una especie difícil de erradicar. Se reproducen a través de euros y se desarrollan, se reproducen y crecen mediante inyecciones de talones con fondos bien repletos. El mercenario cobra por dañar o por matar. El contratista de estos soldados de fortuna paga por sembrar discordias y cosechar estragos.
Contra ellos no cabe la porra ni los antidisturbios. Basta aplicar la ley. Previa identificación y detención de los malhechores, denuncias que te crió. A partir de ahí, los jueces de lo penal tienen la palabra. Condenas subsiguientes, después de un proceso con todas las garantías, y exigencia de responsabilidades civiles. A indemnizar a los perjudicados.
Estos elementos se vuelven muy blandos cuando se les toca el bolsillo y se secan sus fuentes de ingresos. Aprenden. Vaya que si aprenden.
Un saludo.
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