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Francisco Velasco. Abogado e historiador

MENOS MAL

Desconfiaba. Después de la jugarreta de las condecoraciones y el nombramiento de la señora Vela, me temía lo peor. Podían nombrar a Sánchez Manzano director general de la Policía. Cualquier cosa.

Pues no, menos mal. El ministro del Interior, el señor Fernández Díaz, ha actuado con presteza y acierto. Presto para destituir. Acertado en el cese. Por su parte, Cosidó, nuevo director general de la Policía, ha prescindido de los servicios de la cúpula del Cuerpo. Como para fiarse de ellos.

La actuación de los mandos policiales durante la presidencia de Zapatero ha horadado la montaña de confianza que la ciudadanía deposita en las fuerzas de seguridad del Estado. Tal parece que han servido de guardia de corps del partido en el poder antes que agentes de la seguridad nacional.

El caso de los atentados de Atocha destapó el tarro de las esencias. El desguace de los trenes o la aparición de la mochila o el caso del ácido bórico son muestras que horrorizan a las personas honradas. Con el asunto faisán se alzaron la bandera del escándalo y el pendón de la colaboración con banda armada. Si los irresponsables que permitieron estas barrabasadas seguían un minuto más al frente de cargos tan determinantes, mejor que Amedo fuera nombrado coordinador general de la Guardia Civil y Roldán subdirector de la Policía.
 
La política de nombramientos librada durante la dictadura del Psoe en Interior es un calco de la perpetrada allá donde el zapaterismo sienta sus lares. Es decir, prevalece la designación porque me sale de mis partes pudendas. Lo cual es una perfección degenerada de la libre designación efectuada porque me paso las leyes por el forro de mis pantalones. El Tribunal Superior de Justicia de Madrid lo dejó bien claro en su sentencia. Ni un nombramiento político más hasta que no se cumpla la resolución judicial. Claro que va para dos años y tararí que te vi. Ni jueces ni gaitas. Al rodillo psoecialista no se le resiste ni la mismísima Alaya. Siete mil polis elegidos a dedo tiene guantes. Y guantazos.

Cosidó no puede despreciar este aviso judicial. Si los policías son funcionarios, remítanse a la normación administrativa. Es abundante y variada. Si los vigilantes del orden se saltan las leyes, quién supervisará a esos vigilantes. Lo decía Goethe con tanta precisión como brevedad: prefiero la injusticia al desorden. Eso sí, al filósofo alemán no hay que interpretarlo. Se debe seguir su razonamiento. La policía vigila. A los delincuentes. No a los ciudadanos. Si actuara al revés, se incurriría en desorden. De ahí que si para restablecer el orden constitucional se produce alguna injusticia coyuntural, bien admitida sea. Lo que no puede ser es que nos saltemos el Estado de derecho.

Y en eso los del Psoe son auténticos maestros. El Pp sólo tiene que aplicar la ley. Es bien sencillo. Y aplicada, responsabilizar y responsabilizarse de que las funciones se lleven a cabo de forma eficaz. El que no sirva para el cargo, a la calle. Con todas las garantías procedimentales, pero a la calle. El sustituto, el siguiente en el escalafón. Así en la policía como en el funcionariado.

Los puestos políticos no han de bajar del nivel de direcciones generales. Para los demás, funcionarios. Además de probos, son garantes. Que ya es.

Un saludo.

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