IDUS DE MARZO
Con el agua al cuello y la soga del ahorcado por si el ahogamiento no se produjese. Así está el señor Griñán, que se intitula, con pompa y sin sonrojo, presidente de Andalucía. Los idus de marzo anuncian el peligro del naufragio. Relataba Plutarco, en referencia a Julio César, que el dux romano se mofaba de los augurios del mes de Martius. Ya lo ves, reprochaba a su vidente, los idus han llegado y aquí sigo. Vivito y coleando. A lo que el médium respondió: espera a que acaben. El resultado es bien conocido. Shakespeare nos legó su famosa frase: ¡cuídate de los idus de marzo!
José Antonio Griñán no es Julio César. Ya quisiera el presidente botellero tener la grandeza del personaje histórico. Griñán pasará a la leyenda oscura de la patria chica por la ola de corrupción que consintió durante su mandato, por los silencios cómplices que mantuvo frente a los desmanes de su antecesor y, sobre todo, por la situación ruinosa en que ha dejado a la Autonomía. Bruto traicionó a César. Griñán no sufrirá el apuñalamiento de los senadores como el dictador de Roma. Su muerte política no será consecuencia de un acto heroico en favor de la república ni cuestiones de rencores o envidias de sus cercanos. Griñán perderá el poder si el pueblo recupera la memoria, si mira la calamidad que se cierne en su derredor y si la atribuye a tres décadas de desmadramiento.
En San Telmo, el barroco palidece absorbido por el rococó. Exacerbada escenografía para tan escasa creatividad constructiva. El neoclásico acecha porque la austeridad reclama su sitio. Griñán amenaza con la ola conservadora que se aproxima y, sin embargo, oculta la marea negra de la ruina que cerca el territorio y asedia a sus habitantes. El impío señor ve la paja en ojo ajeno y desconoce la estaca en el propio. Se puede salir de la crisis por la izquierda, subraya el gran dictador del embaucamiento. La derecha, corea, no puede crear empleo ni sacarnos de la recesión.
El gran problema de Andalucía se llama Arenas, proclama impertérrito. La derecha no es la solución, insiste. Temed al PP, alientan los súcubos. Rajoy debería salir al paso de esos temores y, cobijado en el valor de la prudencia que no tuvo el pontifex maximus de Roma, parafrasear lo que César contestó a Calpurnia, su esposa: sólo se debe temer al miedo. El todavía presidente de Andalucía desprecia los idus de marte por más que se aferra a los últimos tablones del poder que conserva. A falta de proyectos e ilusiones a la ciudadanía, cultiva el fundo de los recelos y de las angustias.
Los idus de marzo predicen el fin del imperio y del despotismo iletrado. El partido generador de funcionarios envueltos en delitos de concusión sufre las embestidas de sus propios dirigentes. Carece de un liderazgo firme y busca al Bruto y al Casio que claven la daga mortal. Si uno apostase por el final del partido socialista, apoyaría la candidatura de Rubalcaba. Si por su amargo tránsito por el desierto de la oposición, jugaría en favor de Chacón. Si se desea borrar de la faz de la tierra a la formación política que fundara Pablo Iglesias, ayuden a Griñán a ganar las elecciones andaluzas.
Los idus de marzo conducirían a España al desastre de la dictadura más fascista que se conociera en nuestro país. El Estado podría salir de su trance. Nuestra Autonomía quedaría sumida en el letargo de un invierno económico y moral insufrible.
Idus de marzo. De marte, el señor de la guerra. O de la paz. Nos toca a los andaluces decidir.
Un saludo.
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