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Francisco Velasco. Abogado e historiador

BACHILLERES

 

 Para la irreal Academia de la Lengua Española, muy española, el bachiller es la persona que ha cursado, o cursa, estudios de enseñanza secundaria. Definición bastante inexacta, que induce a error y que precisaría un retoque con la piedra sílex de la lasca lingüística. En fin, si un bachiller es, también, el instruido o experto, o la instruida o experta, porque, Pajín, Aído y otros destrozaléxico, no se contempla el término bachillera, salvo que les dé la gana emplearlo con el nivel de disparate con que hiceron uso de sus sillones ministeriales, en fin, digo, si se admite esta segunda acepción, habrá que reconvenir de no bachilleres a los ocupantes de las letras de la citada y reluciente institución. Salvo que me atribuyan el ser bachiller por hablar mucho y hacerlo con impertinencia.

 

Ahora que parece que los zombies del zapaterismo han pasado a la categoría de fallecidos y enterrados o incinerados, podemos referirnos a la propuesta de Rajoy sobre el establecimiento de un tercer curso de Bachillerato. El nuevo presidente del Gobierno ha lanzado una magnífica idea que, ojalá, se materialice y fructifique, que ahí radica la cuestión. Los experimentos, con gaseosa. En cualquier caso, el cambio educacional supone un duro golpe al sistema educativo que inició el Psoe. Ya era hora. No obstante, es esencial disponer de talento, de sensatez y de seriedad para acometer esta transformación imprescindible.

 

La Educación Secundaria que vienen padeciendo los profesores y alumnos de España no se puede estirar ni un milímetro más. La Logse ha provocado más víctimas que un tsunami. Ha llegado el momento de eliminar la pésima cualidad sin afectar a la cantidad. Por más que era una vieja aspiración del Pp, nadie le había puesto el cascabel al gato. La oposición de las dizque izquierdas y de los pseudosindicatos de las subvenciones será intensa. Sin embargo, carecen de fundamento y lo único que ansían es aflorar problemas donde asoman soluciones.

 

La restauración del tercer curso de bachillerato es un triunfo. Recuerdo que, en los años sesenta, ya existían dos bachilleratos, el elemental y el superior, los cuales sólo se superaban si se aprobaba el difícil y pertinente examen de reválida. En pleno franquismo, las exigencias de una enseñanza de prestigio acompañaban a los valores de esfuerzo, entrega y responsabilidad. Los bachilleres de los años del Preu, de ciencias o de letras, lucían titulaciones de una valía inmensa. De similar categoría que la que exhibieron los estudiantes del BUP (Bachillerato Unificado y Polivalente). Canela fina que se vendía a precio barato. Los profesores y los alumnos competían por distinguirse en sus funciones. Unos se jugaban el respeto y otros dependían de la beca para continuar su formación universitaria. Pocas veces se amparó tanto la propedéutica.

 

La Logse, con ser una ley de enorme rango intelectual, incurría en el defecto de sus autores. Demasiados horizontes para tan poco recorrido. Mucho motor para tan escuálida carrocería. Exceso de demagogia a costa de los paganos de siempre. La educación es un arte que comprende multitud de estilos y de interpretaciones. El arte es libertad. Si a los artistas de la docencia se les hace pasar por la superficie estrecha del embudo, se mutila su creatividad y se uniformiza el mensaje dado. Es lo que ha pasado, en gran medida, con la enseñanza felipista. A los psoecialistas se les llena la boca de soflamas libertarias pero practican el liberticidio como los caudillos norcoreanos.

 

Dos años de bachillerato dejan poco margen para erradicar hábitos extendidos del “sé feliz”, “promociona de curso aunque suspenda” y un largo etcétera de estupideces acuñadas por una banda de desahogados que llevaban a sus hijos a centros privados en los que la constancia formaba parte del curriculum. El tercer curso supone ganar dos años. Uno, el que se quita a la triste etapa de la ESO. Otro, el que se suma a la feliz fase del bachillerato que conduce al mundo universitario o al ámbito laboral. Eso sí. Digo como José al faraón de Egipto. Conocimiento del medio, prospectiva mediática, capacidad de gestión y administración de recursos. No hace falta más dinero. El único requisito es rigor de gobierno. Y abolición de la ignorancia.

 

Un saludo.

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