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Francisco Velasco. Abogado e historiador

REGALÍAS

 

 En Roma se llamaba derecho natural al conjunto de primeros principios de lo justo y de lo injusto, inspirados por la naturaleza. Los romanos lo admitían entre todos los hombres, a diferencia del que era peculiar de sus ciudadanos. La suprema potestad del Estado soberano le lleva a adoptar prerrogativas. Así era y así es.


Los parlamentarios disfrutan de privilegios. Sabido era y conocido es. En tiempos de bonanza, sus fueros pasan inadvertidos. En épocas de crisis, sus mercedes encuentran contestación universal. Cayo Lara ya hizo amago de desprendimiento. En el líder de la izquierda pro-Amaiur, sus movimientos suenan a cascos equinos de la demagogia andante y a sabor fétido de dictaduras latentes. Caso distinto es el de UpyD. La pequeña formación política de Rosa Díez se ha apuntado a esta cartilla de gavilleros de un trigal sordo. Toni Cantó ha dado, claro, el cante. Mala cosa para el actor metido a diputado el colocar frente a la audiencia el espejo oblongo que refleja personalidades de dudosa honradez.



El actor/diputado Cantó quiere renunciar a algunas de las preeminencias que el Estado le otorga. Ni adeseele ni pensiones ni hoteles. Si los demás aceptan las regalías, allá ellos. Su compañera de partido y de escaño, la periodista Irene Lozano, no ha querido quedarse atrás y se ha sumado al carro de los curritos. Muy, pero que muy, bien.



Sin embargo, ni una ni los otros han hecho ascos a su inmunidad parlamentaria. Cabe esperar, no obstante, que, en caso de imputación, se alejen de los dichos, hechos y desdichas de Pepe Blanco, torquemada de cabecera de los cristianos viejos y de los neoconversos. En este sentido, la iniciativa es digna de alabanza y encomiables las actitudes de todos los congresistas, de izquierda o de derecha, que van de las palabras a las materializaciones.



La democracia se justifica, aparte de por sus resultados, por el contrato electoral que vincula a electores y elegidos así como por la proscripción de la arbitrariedad que repugna al derecho. De esta manera, se llega a establecer la igualdad de todos como adjetivación de la libertad universal. Este contrato se perfecciona a partir de la constitución de las nuevas Cortes. Los que añaden cláusulas particulares al mismo se comprometen a su cumplimiento.



Uno se complace en destacar acciones constructivas provenientes de la clase política, aunque sea de una minoría absoluta, sí, pero totalmente significativa. La distancia entre puntos muy alejados comienza a salvarse a base de pequeños pasos. Algunos ya sembraron la semilla. Acaso, algún día, otros rieguen la planta con el sudor del abandono de sus regalías institucionales. Acaso.



Un saludo.



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