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Francisco Velasco. Abogado e historiador

MANZANA PODRIDA

 

Mordida, la manzana de Steve Jobs. Podrida, la manzana que tentó la fragilidad del paraíso de dos. La política es un cesto de manzanas limpias. No me cabe la menor duda. Basta echar una ojeada a los miles de concejales de pueblecitos perdidos por la geografía nacional. La existencia de la podredumbre manzanil desmerece la cosecha pero no la invalida.

 

León Felipe escribía, allá por el año que nació este articulista, que si hay una manzana sin gusanos, no está detrás de mí, sino delante. El poeta zamorano decía al respecto: la libertad es la voluntad de mecerse de izquierda a derecha, de ir en sordos y rítmicos vaivenes, de una manzana podrida a otra manzana podrida, porque más allá de este balanceo no está sino el muro negro y espeso. Cuando un pueblo, moralizaba, se levanta y estrella sus sesos contra ese muro, le gritan que es un loco o un violento.

 

Manuel Azaña es autor de una frase limpia que a muchos sonará a irreverente: el Museo del Prado es más importante para España que la República y la Monarquía juntas. Sencillamente iconoclasta. Lástima que su intelecto sublime no estuviera a la altura de su clase política. La putrefacción no radicaba, según el que fuera presidente de la II República, en el Arte con mayúsculas, sino en el arte de lo posible que decía Cánovas. Tremenda confusión el identificar los conceptos. La letra grande impone diferencias.

 

La manzana de oro, transmite la leyenda, estuvo en la base de la guerra de Troya. La perfidia suele arrastrar discordias.La manzana de Blancanieves echa sus redes en el mar de las envidias. La manzana es la alegoría eterna de la corrupción. Simboliza el abuso autoritario del poder que hace de la autoridad, tiranía. El gusano reviste formas de manejos deshonestos. Desde la apropiación indebida al tráfico de influencias. Del cochecho a la malversación. En el fondo, la prevaricación resultante del ejercicio tecnificado de cinismos e hipocresías. La manzana simplifica el poder. La tersura del fruto desaparece poco a poco hasta convertirse en desagradable e informe despojo.

 

La corrupción es una lacra no superada. Desde las actuaciones gansteriles norteamericanas a la tangentópolis que arrasa a Italia pasando por las “mordidas” roldanianas que acabaron con la prepotencia de Felipe González. Mala fama la de la manzana. Tan tentadora como abominada. Que le pregunten a José Blanco. Puede crecer en el árbol oculto del ministerio o entre los efluvios colocantes de un surtidor de gasolina. Entre los papeles de una Consejería de Empleo o en los contratos públicos de operaciones amañadas. El sarcófago está lleno de gusanos. Hasta que fagocitada la carne muerta, vuelven por donde llegaron. En busca de nuevas putrideces.

 

En el viacrucis del laico ministro de Autofomento, la estación resulta crucial. El adorador de la manzana refulgente podía llevar el gusano en las proximidades de su insaciable lengua. Qué se puede hace cuando uno ignora ser portador de enfermedades contagiosas. En principio, ser prudente. Al final, apartarse. Si la precaución no distinguió al transmisor, la cordura debiera alejarle del núcleo de infección. En caso contrario, el grupo debe actuar con diligencia. Mala acción la de quienes pueden inmunizar a la población y, por intereses espurios, potencian la figura emponzoñada del envenenador. Algunos padres no pueden estar satisfechos de sus hijos. Ni algunos hijos de colegios bilingües manifestar su contento por la lengua bífida de sus poderosos ascendientes.

 

Lo dicho. Manzanas vendo. Las mordidas de Jobs, lustrosas y ricas. Las podridas de tantos, mordidas de muchos. Vaya con la manzana.

 

Un saludo.

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