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Francisco Velasco. Abogado e historiador

CONFIANZA

 

 El viejo dicho “las personas pasan, las instituciones quedan” no ha perdido su vigencia. Del mismo modo que la autoridad institucional descansa en el ejemplo de los hombres y de las mujeres que se sitúan al frente de los organismos oficiales. Autoridad es mucho más que poder que gobierna de hecho o de derecho. Autoridad es facultad, legitimidad. Es prestigio, crédito que se gana en virtud de una calidad o de una competencia. Autoridad conlleva ejemplo y ejemplo es sinónimo de modelo a seguir o imitar.

 

Este articulista es consciente de que, en sus discursos en pro de la justicia y de la igualdad, ha podido incurrir en el justicialismo, en el sentido más peronista del término. Y nunca fue su intención si bien sí su concepción errónea de la justicia. Rectificar es intentar reducir a lo exacto y a lo cierto los hechos. Incluso contradecirse a sí mismo en sus errores publicados o privados. Por más que se modifique la opinión anterior, el rectificar supone un paso adelante ya que pretende corregir los defectos de lo ya expuesto.

 

Es posible que mis dos artículos precedentes estén incursos en esta situación. Es muy posible. Uno sabe que la perfección es patrimonio de seres revestidos de divinidad y que su conciencia interna le aleja kilométricamente de ellos. No obstante, la humanidad es perfectible y la revocación de errores es facultad -no extendida por desgracia- de administraciones públicas. En cuanto articulista, por más que sus lectores sean reducidos en número, teme que sus mensajes se extravien en los ámbitos del error o de la maldad. De ahí que el presente constituya un ensayo de expresar opiniones y una voluntad de solicitar indulgencia por las mismas. Invoco la reacción de lo racional frente a la acción de lo pasional. De ahí que el título “confianza” sea esperanza firme de mejorar y aliento íntimo para obrar en pos del interés general.

 

En ese contexto, y a fuer de reiterativo, solicito la confianza del pueblo español hacia aquellos que pueden conducir al país por mejores derroteros. Me importa un bledo que la derecha o la izquierda ostenten los gobiernos. Lo que persigo es que las personas muestren sus categorías por encima del bosque confuso y difuso de las ideologías. En Huelva, y me ciño en exclusiva a mi ciudad natal y residencial, sin atacar a nadie, defiendo a quien lo está haciendo razonablemente bien. De la misma manera que he defendido, y en ello persisto, al alcalde Pedro Rodríguez, he subrayado la inmensa labor política de Pedro Jiménez. En ambos he depositado mi confianza como personas antes que como políticos. Es imposible acceder al status segundo sin ser garantes de su condición primera.

 

Es cierto que he podido mostrarme especialmente duro con el líder provincial de IU. Tan cierto como probable. En modo y momento alguno ha existido el menor atisbo de desacreditar. Todo lo contrario. No obstante, estoy convencido de que los mejores escribanos echan algún borrón. Que luego, eso sí, limpian. Los dos Pedro poseen las cualidades recomendables para desarrollar la actividad política local, regional o nacional. Sin duda. Lo único que se les exige, por parte de la ciudadanía confiada, es que satisfagan a quienes les han hechos merecedores de tan importante aval.

 

Las críticas vienen a ser como los cernidores o crisoles que separan el pedrusco de la fina arena. Se criba hasta dejar lo mejor de lo útil. La confianza es sinónimo de seguridad. Decía Aldous Huxley que existe un rincón del mundo susceptible de ser mejorado: uno mismo. En eso estamos.

 

Un saludo.

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