NI AGUA
La expresión se las trae. Desdichada. Animaliza al que la pronuncia. Deshumaniza a la sociedad. Retorno a la caverna. Vuelta atrás en las relaciones políticas. Escuché a Bilardo, un entrenador argentino de renombre, gritarla, bien cabreado, a un futbolista de su equipo. El hombre había tratado de ayudar a un adversario caido. Ni agua, le espetó encolerizado y fuera de sí. Al enemigo, ni agua. La religión, pateada. ¿Dónde queda la filantropía?
Fieras salvajes en pos de un objetivo impresentable: ganar la batalla a costa de la derrota en la guerra. El resultado como medio y como fin. Importa el fin cualesquiera que fueren los medios. Lo mismo que el Gobierno de Felipe González con los GAL. Si ETA no deja de matar, asesinamos a los etarras. El Estado se pone a la altura de la banda armada. Barrionuevo, en el nivel de De Juana Chaos.
Los ánimos se encrespan y la violencia sepulta el diálogo. La palabra se utiliza como daga para desgarrar el corazón del disidente. Ni agua. Trabajo forzado. Al estilo de los momentos más crueles de la represión fascista y estalinista. Batallones de prisioneros de guerra esclavizados por el bando vencedor. El totalitarismo eleva sus pedestales sobre frase tan indigna. La vida de los demás se deja en manos de los fuertes, de los ricos, de los poderosos, de los caciques, de los verdugos. Cómo que sin agua. La oscuridad se adueña de la política y nadie se apiada de los cansados, de los rotos, de los enfermos, de los lisiados, de los débiles, de los humildes, de los pobres. El dictador se asoma al balcón de su deshonra y arenga: extenuadlos hasta la muerte; doblegadlos hasta que pierdan el resuello; sometedlos hasta que el dolor del cuerpo taladre su mente.
La cultura se reconstruye a partir de ruinas. El Psoe levanta su emporio imperial desde la consigna previa del “arrasad a Aznar”. Los esbirros obedecen la orden y reducen a cenizas al enemigo. El Partido Popular se ha convertido en la bestia negra de la dictadura psoecialista. A su lado, como la hiena que espera su ración, la cúpula de una Izquierda Unida que no sale de su atolladero existencial. Esopo vio claro el problema en su fábula de la víbora enroscada en una maraña de espinas y la zorra que, descansando, la vio pasar arrastrada por la corriente del río: “personas perversas siempre conectan con herramientas perversas”. Y es que nunca se ha de esperar algo de quien sólo ha vivido de quitarle a los demás.
La política no puede quedar en manos de gente sin valores. Por mucho que ornamenten sus cuerpos con túnicas sagradas y de sus bocas manen mensajes de amor, no nos engañemos. Si no hay ética, no cabe más moral que la del comportamiento taimado. La víbora se encarna en algunas personas. No sólo no hay agua para ellas. Quieren su muerte. De esta manera, la felicidad del mundo descansará en el totem del poder único. Los hay que reniegan de Dios cuando ambicionan ser como él. Incluso a ellos, agua. Agua.
No sé qué ocurrirá en Almonte. Si los dirigentes de IU, sostenidos por su base social de verdadera izquierda y de auténtico progreso, mantienen su soberana voluntad de apear a Bella del poder y de pactar con los populares un acuerdo de honradez, de eficacia y de prosperidad colectiva, entonces sabremos que todavía existe solidaridad interpersonal por encima de la matraca ideológica que no se creen Pedro Jiménez, Diego Valderas o Caio Lara. Agua va. Pero agua limpia. Limpita. Transparente. Cristalina. Y, sobre todo, potable.
Un saludo.
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