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Francisco Velasco. Abogado e historiador

POLICÍA EN LAS CALLES

 

 Acudí el pasado miércoles, por la tarde, al palacio de la Audiencia. Tenía interés en analizar el interrogatorio al que el fiscal Alfredo Flores iba a someter a Isabel, esposa de Santiago del Valle, principal acusado en el caso Mari Luz. Impecable. Magistral. Desde mi punto de vista, Alfredo Flores elevó muy alto el listón de la sociología criminalística.

 

Poco público entre los asistentes a la sesión vespertina. Muchos profesionales de la prensa, varios abogados y pare usted de contar. En la calle, los curiosos se limitaban a mirar de soslayo sin detener el paso. El edificio judicial estaba tomado por la policía nacional. La seguridad era completa. Hasta ahí, uno se congratula de que el responsable de Interior actuara con firmeza y precaución. Hasta ahí. Lo que este abogado no puede explicarse es el despliegue de policías ante los alrededores de la Casa Colón, a causa de la presencia de apenas una docena de funcionarios que pitaban la indeseada presencia de algún jerarca del Psoe. Tanto ejército para tan escuálida manifestación sí provoca alarma social.

 

Los silbatos deben ser armas de destrucción masiva. A juzgar por el cerco a que fueron sometidos por las fuerzas de seguridad, hay que apartarse de tan crueles enemigos. No era la primera vez. Ni fue la última. En Sevilla, en sede retroparlamentaria, un millar de funcionarios manifestantes fueron controlados por un enorme contingente de uniformados. En la España de Zapatero, los gobernantes del escándalo de Mercasevilla, de Matsa, de EREs reunidos y de tantos agujeros negros, no se preocupan por lo que tienen el deber de vigilar y se mueven desencajados para abortar cualquier mínima protesta del pueblo. Policías contra los funcionarios. Habráse visto tamaña locura.

 

La policía está para menesteres tasados. No cabe en cabeza humana que mientras el número de delitos comunes se incremente, los (ir)responsables del desgobierno andaluz destinen a centenares de efectivos a coartar el libre ejercicio de expresión de unos pocos funcionarios públicos cuyo único pecado es haberse partido el alma para aprobar unas oposiciones. Con la cantidad de etarras que siguen metiendo el miedo en el cuerpo. Pues nada. Lo primordial es que los empleados públicos no manifiesten su santa cólera de manera civilizada contra los autores del mayor atentado contra la Función Pública que se ha producido en la historia de España.

 

El derecho a la igualdad ha muerto en nuestro país. O eres psoecialista o te ganarás el pan con el bíblico sudor de la frente. Y, hoy día, ni eso. No hay trabajo. Simplemente. Pero mientras unos desfallecen en la ruina del desempleo, otros engordan en el emporio del saqueo a la hacienda pública. El nepotismo es acción propia de Papas. Y de popes corruptos. Y de diputados envilecidos. Y de liberticidas profesionales. El tráfico de influencia es el medio. El tráfico de narcóticos, el camino. El tráfico de seres humanos, la autovía. El tráfico contiene, en este sentido peyorativo, el charco en el que los golfos se encuentran más a gusto que un cochino en barrizal..

 

La cueva de Alí Babá y de los cuarenta mil ladrones está abarrotada. Viven del éxito de burlar el derecho administrativo. Se enraízan en el seno de una Administración paralela como la que estableciera el angelito Videla. Mientras, Viera sigue en su cargo. Y Mario Jiménez. Y Recio. Y Griñán. Y Chaves. Si continúo contando, en un rato llego al medio centenar de miles. De golfos. Sólo en Andalucía. Y los que tendrán que aparecer. Pero claro, mientras manden a la policía a vigilar a peligrosos niños de teta y a sanguinarias mamás trabajadoras, cómo c... van a investigar a los malos. A los verdaderos malos. País.

 

Un saludo.

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