I.V.A. O I.R.P.F.
O IVA o IRPF o más recortes salariales. Cabe preguntarse cuánto déficit puede soportar un Estado y en qué manera afectará a los gastos sociales. Hasta cuándo resistirá el Estado español con las reivindicaciones económicas y financieras de los nacionalistas, los altos gastos de la Seguridad Social y el dudoso bienestar educativo y sanitario. Tetas y sopas no caben en la boca. Las preferencias de los españoles para superar la crisis pasan, en este orden, por reducir los impuestos, bajar las cotizaciones sociales, preservar el gasto en sanidad y educación y limitar el intervencionismo estatal en la economía. En este sentido, los ciudadanos estiman que la obra pública es lo más aconsejado para crear empleo, del mismo modo que consideran urgente no aumentar el ya grueso núcleo de funcionarios y, sobre todo, eliminar de raíz el despilfarro.
El Gobierno, por su lado más partidista y partidario, dice que nones, que el pueblo vota cada cuatro años. Y va que chuta, subraya. La democracia es una canción sin letra cuya música se interpreta como le sale de la entretela al Presidente narciso. Toca de oido porque ni siquiera sabe leer una partitura. Desafina que asusta. Y qué hace. Lo propio. Ahora sube impuestos, recorta salarios, congela pensiones, facilita el despido, impone el copago sanitario y mata las libertades económicas. De ahí que paralice la construcción de autovías. Por eso, incrementa el derroche en aviones, cochecitos, caviares, televisiones, y en compensaciones a amigotes y agradecidos.
La teta fiscal no puede engordar. Contraerá el consumo e incentivará el ahorro a la espera de tiempos mejores. Los salarios deben mantenerse conforme al IPC porque, en su defecto, la inseguridad laboral creará prisioneros de la improductividad. Para ser competitivos, se debe escarbar en la tierra de la innovación. En la competitividad se halla la clave del progreso. Aquellos países que controlen, pues, el gasto e inviertan en empresas competitivas, saldrán antes de la crisis.
Sólo el control y la austeridad permitirán reducir el déficit. Más todavía si la inversión echa una manita. Si no se compadecen medidas conservadoras con otras neoliberales, vamos a comer pan con manteca.
Y, sin embargo, los impuestos van a subir. O se incrementa el IVA o se alza el IRPF. Que no, los funcionarios pagarán todavía más el pato. En suma, los trabajadores nos comeremos el plato roto. A pesar de todo, de huelga general, nada. Por dos razones. La primera, porque los convocantes han urdido una gran trampa contra el partido de la Oposición. La segunda, porque siempre me he manifestado contrario a las huelgas políticas. Sí quiero que Zapatero deje el Gobierno y que, con él, se largue la ristra de ministros ineptos que elogian su desnudez. Pero en democracia, o Zapatero dimite, o plantea una cuestión de confianza o convoca elecciones generales.
Golpes de Estado, ninguno. Ni militares ni sindicales. El soberano es el pueblo.
Un saludo.
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