DI(s)PUTACIÓN
Nos desprecia. A la democracia como sistema, a la ciudadanía como colectivo humano revestido de derechos y libertades. Nos desprecia. Petronila nos desprecia. O nos toma por tontos. Nos engaña como a pazguatos. La "seño" nos ve cara de bobalicones y, hala, a maximizar el engaño y a optimizar el beneficio. Sin dar un palo al agua. Sin arriesgar un euro de su patrimonio. La señora Guerrero dispara con pólvora del rey, como el Gran Capitán. Padece el síndrome de Creso, a tenor del despilfarro de que hace gala, a sabiendas de que los gastos corren a cuenta de los contribuyentes. Ominoso, oigan.
El desarrollo sostenible descansa sobre una plataforma sistémica de cuatro columnas: el medio ambiente, el libre mercado, el bienestar social y el principio moral. Basta que falle uno de estos pilares para que toda la estructura se tambalee. Cualquier gestor lo sabe, excepto los/las señoritingos/as que sólo se preocupan por su peculio y no por el interés general.
Respecto a la política medioambiental, doña Petri nos deja sin habla. Si se opone, por razones ecológicas, a la vía Doñana que permita ir a Cádiz sorteando Sevilla, ¿cómo es posible que se muestre partidaria de la vía rápida de la sierra de Aracena, de la construcción del oleoducto Balboa o del degradante espectáculo de las balsas de fosfoyesos? En cuanto al libre mercado, una economía real que no cree trabajo y que no produzca, está condenada a la ruina. El fracaso de una sociedad con más de sesenta mil desempleados sólo es comparable a la incuria de sus gobernantes. Y Vd., Petronila, pasa por aparecer, al menos mediáticamente, por una de ellos. Lo peor de todo es que, como en el caso Astilleros, estafa infamante donde las haya, la posibilidad de un futuro se ahoga en la hez de este presente psoecialista. Imposible de todo punto la regeneración con esta camarilla de caudillitos.
El bienestar social tiene tela que cortar. Petronila alaba el sistema como si de una esbelta columna de fuste corintio y capitel con caulículos llamativos se tratare. Alucina, vecina. El bienestar social es víctima de la enfermedad de la aluminosis. La columna no es sino una mala pilastra que se deteriora al ritmo que se congelan las pensiones y se recortan los salarios. Por último, el principio moral. La moral rige los comportamientos individuales. Es el faro que hace confiar en la rectitud de unos y abominar de la injusticia de otros. Los casos de corrupción y de despilfarro preocupan a la ciudadanía y lesionan el Estado de derecho. Esa senda sólo lleva a la miseria económica y a la moralidad más abyecta.
Atienda, señora presidente, porque cuando en una sociedad los muelles que evitan los roces de clase y las fricciones sociales, se rompen, la alteración callejera se produce antes que después. El socavón ya se ve, ya se siente, ya se teme. Cientos de familias acuden a los economatos de Cáritas. Tema el hartazgo de los ciudadanos. La fuerza del demos adquiere la fortaleza del tsunami. Deje su soberbia en la sombra, reconozca sus errores, despójese del corifeo mediático al que subvenciona con tanta generosidad interesada. Gestione teniendo en cuenta los principios de eficiencia y economía, eficacia y racionalidad, transparencia y publicidad, concurrencia y objetividad. Recuerde que traicionar es renegar, con dichos o con actos, un compromiso de lealtad. Háganos el favor, mujer.
Un saludo.
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