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Francisco Velasco. Abogado e historiador

GOBIERNO DE EMERGENCIA


Cuando la derecha catalanista se decanta, el gato acecha algún ratoncillo. Si no, de qué. Habría que remontarse a los últimos días del cerco a Adolfo Suárez, para contemplar un epifenómeno similar. Treinta años atrás. Este articulista cree poco en los azares y mucho en los sistemas. La UCD nunca fue el refugio de Suárez. Sin embargo, en los prolegómenos -cantados- del 23-F, UCD se convirtió en el potro de tortura del primer presidente de la democracia juancarlista. O dimitía o lo ejecutaban. No había más opciones. La petición, entonces, de un Gobierno de emergencia nacional tenía letra y música de Felipe/Guerra. La interpretación corría a cargo de los barones ucedeos, atrapados en su complejo de inferioridad y deseosos de agradar al coloso emergente (juego de palabras) que era el PSOE.


El partido emergente buscaba un Gobierno de emergencia. Presten atención a las palabras. El PSOE no se atrevía a la definitiva moción de censura. Demasiado miedo al sumergido efecto franquista. Anda que dan puntadas sin hilo los de Felipe. Lo adecuado era acongojar a la figura, convencer de la lidia al sobresaliente, permanecer a la espera de la cornada del morlaco y, libre el ruedo de torerillos, clausurar la corrida, devolver el dinero al respetable y anunciar un nuevo festejo que acallase las protestas. Al milímetro. La trama funcionó como un reloj. Suárez se audodefenestró. Tejero corneó las tablas. Calvo Sotelo no duró un aviso. El presidente disolvió la reunión y la nueva cita electoral se produjo al poco tiempo. El partido emergente cortó las dos orejas y el rabo al Gobierno de emergencia. Se salió con la suya. Felipe fue coronado rey de la plaza. Ah, las emergencias de los emergentes.


Durán y Lleida no es un político emergente. Bien al contrario. Está tan amortizado como Alfonso Guerra. Sin embargo, quiere ganar una batalla postrera antes de su muerte política. La recuperación de la Generalitat pasa por descabalgar a Montilla y a sus mariachis. Antes es preciso mover la silla a Zapatero. Moción de censura, pide, a estas alturas, el de Unió. De eso, nada, rectifica, raudo, Mas, el de Convergencia. No hay mayoría aritmética. Mejor, agrega don Artur, Gobierno de emergencia. Zapatero está más “chupao” que la pipa de un comanche, subraya el catalanista y otro político de su cuerda ha de ocupar la presidencia del Gobierno de España. Rajoy, no, expresa llevando al cornúpeta al tendido del siete. No, salvo que...


La capacidad negociadora de Artur Mas es harto conocida. Tanto, que nadie se fía de él. Salvo, Mariano, que retires la demanda contra el Estatut. Si tal gesto hicieras, Mariano, te acompañamos en la moción de censura y, encima, te garantizamos el voto peneuvista y hasta el galego. Lo que significaría, Mariano, que quitaras al Tribunal Constitucional el marrón de dictar sentencia. La puerta grande, Mariano. A hombros y, si quieres, bajo palio. La situación de emergencia la obviamos a cambio de tu renuncia a la inconstitucionalidad del Estatut. Si no, Mariano, ni moción de censura ni Gobierno de emergencia. Que España se va al garete con el inútil de Zapatero, que vaya empezando la marcha. Pero la culpa, Mariano, será también tuya que has preferido cargarte la posibilidad de independencia de Cataluña con tal de arruinar al resto del Estado. Mariano.


Ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedio. Mariano. La vanidad es una mala consejera. Hace del león un conejillo y del gallo, otro faisán de Rubalcaba. Más vale una roja que cien amarillas. Los señuelos de Lleida y de Mas son trampas saduceas. Si quieren independencia, que protagonicen un golpe de Estado. A ver si tienen bemoles. O que creen una ETA Lliure financiada con fondos reservados de la Generalitat. No tienen lo que hay que tener. No saben “ná”.


La emergencia nacional ya está. Si quieren Gobierno de emergencia, que lo pacten con los sumergentes en horas bajas. Si Zapatero es una birria, que la barran. Ellos contribuyeron sobremanera a entronizar al títere. Ahora que carguen con el mochuelo. Mariano, envíalos lejos. Muy lejos. A los títeres y a los fantoches. Firmeza y respeto. Respeto y firmeza. No hay otro antídoto ante tanto villano y tanto felón.


Un saludo.

 

 

 

 

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