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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA DUDA ECONÓMICA

 

   
 El problema es recurrente. Allá por donde pises, allá por donde hables, allá por donde frecuentes, el tema surge inevitable. A dónde va la economía española. Es el problema como tema y el tema como problema. A dónde va.

 Uno ha manifestado, quizás con reiteración, su opinión al respecto. Todos los análisis sobre el particular desembocan en el mismo charco. Elecciones. Antes de tiempo, sí, pero convocatoria a las urnas. El gran hacedor de la crisis es Zapatero. Puede que quiera salir de ella, pero no sabe y/o no puede. A tal extremo llega la complejidad del litigio, que la incertidumbre se apodera de los ciudadanos y nos preguntamos si hay remedio.

 Si lo hay, cómo es posible que el Gobierno del PSOE no ponga manos a la obra y recupere la credibilidad perdida. Porque no puede. Y porque no puede, prefiere pasar por ignorante. Zapatero es prisionero de sus sindicatos de cabecera a los que entregó su ideología. Es cautivo de sus socios separatistas a los que otorgó la llave del independentismo. Es rehén de su mitomanía trasnochada en la era de la innovación científica y tecnológica. Es víctima, en fin, de su propio ego. Con tales lastres políticos, es imposible que el problema económico pueda ser resuelto por quien es impotente para solucionar su propia empanada mental y ética.

 Curioso. Impotencia del gobernante en la prepotencia del líder que fantasea ser. Complejos de sublimación que se encarnan en la misma persona. Impotente para inspirar confianza al mercado, y prepotente para lanzar mensajes de vanidad dominante. Impotente para cortar el desastre de la destrucción de empleo, y prepotente para avivar el fuego aniquilador del paro. Impotente para oponerse a la gran banca, y prepotente para despreciar a las pequeñas y medianas empresas. Impotente para frenar la sangría de la deuda pública, y prepotente para aconsejar a los demás sobre cómo dejar atrás la recesión. Impotente para impulsar la reforma laboral, y prepotente para advertir brotes verdes donde no hay sino cardos borriqueros. Impotente para rodearse de un equipo ministerial eficiente, y prepotente para elevar a la categoría de ministros a quienes ni siquiera superaron el Bachillerato. Impotente y prepotente a la vez. Oposición de contrarios que, en su caso, no generan movimiento progresivo sino regresión móvil.

 La duda económica es el gran manto que nos sume a todos en la oscuridad invencible. No se trata de una duda cartesiana. Nada de eso. No es la duda metódica que parte del rechazo a la verdad de una cosa mientras no se la conozca con evidencia. En absoluto. No es la duda que persigue hallar una verdad a partir de la cual edificar el conocimiento. Ni hablar. La duda económica de Zapatero es existencial. Sabe que existe pero no tiene claro quién es. Al mismo tiempo cree ser un santo y se siente un iluminado. A la vez sostiene ser un líder del pueblo y un marginado de la tiranía. Un ácrata y un dictador. Un intelectual y un ratón de biblioteca.

 La duda económica es su duda personal. Su contradicción humana, que ni siquiera, -ya le gustaría-, bebe de la dialéctica marxista. La duda que alimenta la incertidumbre. La ausencia de certeza que infla la desconfianza. La retirada del crédito que impide ver el final luminoso del túnel interminable.

 Zapatero debe dimitir. Ojalá, una vez fuera del Gobierno de España, se encuentre a sí mismo. Hago votos por que así sea. Y pido que los votos de los españoles se pongan en movimiento si, por arte de magia, Zapatero se desprende, si no de su duda, de su soberbia. Las elecciones son improrrogables. A partir de ahí, la duda económica se disipará. Como tantas otras dudas.

 Nadie me cite a Aristóteles: "El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona". En Zapatero no se produce el segundo término de la proposición final. No reflexiona.

 Un saludo.

 

 

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