LA ARAÑA NEGRA
No lo puedo evitar. Ver a Rubalcaba me retrata el triste personaje protagonista de una de las obras más polémicas de Blasco Ibáñez. La araña negra. El Papa Negro. Jesuitas. No lo puedo evitar. Los veo. Los confundo. Los relaciono. Los vinculo y los enlazo.
Astucia, sabiduría, habilidad y trapacería juntas en un muy explosivo cocktail. Cocktail molotov en estado primitivo y en sofisticado envase. Interés puro y grande rédito. No dan duros a peseta. Sí cambian pesetas por duros. Para ellos, los duros en moneda de a veinte. Para la araña negra, el fin teórico es “la perfección cristiana, propia y ajena, para gloria y servicio de Dios”. Sin embargo, el fin práctico es el servicio de uno mismo. Igual pasa al ministro del Interior. El servicio a la patria es el favor a su partido y, a su través, su vanagloria personal. Tremendo Alfredo. Lo que urde. Lo que trama.
En plena crisis política, económica, social y cultural de España, el ministro oscuro lanza al cielo una fulgurante bengala de auxilio. El enemigo ETA prepara un terrible atentado. Excelente maniobra de distracción. Miles de alfombras que tapan el paro, el déficit, la inoperancia, la corrupción. De un golpe, todos los males pasan a segundo plano. El peligro inminente es el atentado del 11-M. No hay trenes explosionados, pero puede haberlos. Nos mete el miedo en el cuerpo. Nos pone los congojos en la garganta. Nos zarandea con el terror de lo conocido. Nos aleja del chivatazo en el Faisán. Echa tierra sobre Gal, Filesa, Malesa y la madre que parió a la corrupción. Incluso silencia a Gürtel. ETA. ETA. ETA. A ver quién es el guapo que no cree a Rubalcaba. Si se discrepa, te atacará, ofendido, calificándote de partidario de la banda asesina. Si no se discrepa, y el atentado, por fortuna, no se produce, nos recordará cuán eficaz es su política de seguridad. Juega don Alfredo con una baraja de cartas marcadas. Lo que sabe. Lo que maquina.
El cuento no era el de Pedro y el Lobo. No. Su título era Alfredo, el lobo. Dos en uno. O Rubalcaba, el faisán. Uno en dos. Enorme el ministro. Pudo prohijar política quasi gansteril en los casos Lasa y Zabala. Justificó las mayores aberraciones en los asesinatos de los mencionados. Acompañó, en presencia o ausencia, a Barrionuevo y Vera a la puerta de la prisión. Escudó a Mister X. Lo respaldó. Lo salvó. Con ZP, par de par. Nunca hubo chivatazo a ETA. Gobierno no chivateó. Ni hablar con ETA. Mucho menos negociar. Cómo se atreven a acusar a ZP de esta infamia.
Aquí todo el mundo se cabrea. Desde los partidos a las fuerzas de seguridad. Se enteran por los medios. A mayor agitación visceral, más beatífica la sonrisa etrusca de don Alfredo. Que crea inseguridad ciudadana, que va, se trata de transparencia informativa. Que genera alarma social, que tampoco, que los españoles tienen gran madurez democrática. ¿Y la discreción, el tiento y la cautela que pide Zapatero cuando los piratas secuestran a nuestros compatriotas? Cada caso es un mundo, replica el clon de jesuita. Entonces, ¿cómo se va a llamar al niño? Muy sencillo. Don alfreddo. ¿Con doble d? Ajá. Con d doble. Oiga, que va a parecer italiano. Pues sí. De Sicilia. O de Nápoles. ¿Qué pasa? La araña negra nos tiene pillados en su red. La leche.
Un saludo.
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