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Francisco Velasco. Abogado e historiador

VIVIENDAS LIBRES

  Eran otros tiempos. El consumidor podía optar entre una vivienda de protección oficial y otra de renta libre. Eso era antes. Se podía elegir. Había dinero. Hoy, ni un duro. Ni lo tienes ni te lo prestan. Demasiada burbuja para tan poco inmueble. El sobrevalor superaba el treinta por ciento. De largo. Tanto va el cántaro a la fuente...

 El globo estalló. Se veía venir. Les pondré un ejemplo. Año 1996. Calle muy céntrica, y muy castiza, de una capital de provincia. Piso de ocasión y renta libre de 500 metros cuadrados con dos plazas de garaje. Algo menos de 120.000 euros, el equivalente a 19 millones de pesetas de entonces. Un año después. Piso de protección oficial de 80 metros cuadrados, sin garaje, en lugar distante doscientos metros del primero. 120.000 euros. Se pasaron en el inflado de la burbuja. Abusaron. Con la connivencia de  la Banca y de la Administración, abusaron. Siguieron abusando durante años. El boom inmobiliario hizo rico a muchos y concedió apariencia de riqueza a no pocos. Era una quimera. Un castillo de naipes.

 La crisis de 2007 estaba cantada. Miles de pisos sin vender porque, entre otras razones, los precios eran escandalosos. PP y PSOE. PSOE y PP. Uno por otro y la casa sin barrer. Que los dirigentes de ambas (de)formaciones políticas dejen de acusarse entre sí. Callen, que están más guapos.

 Hoy, cercana la cifra de cinco millones de desempleados, en alza la economía sumergida, agobiados de trabajo las organizaciones de caridad, incrementado el número de morosos, saturados los juzgados de EREs, y en manos de un Gobierno de ineptos, es fácil responder a una pregunta. ¿Por qué no se venden pisos si la oferta es enorme, si los precios están bajando y si el euríbor arrastra sus mínimos? Del preámbulo se extrae la respuesta. Si se ha engañado a tanta gente, ¿quién les dice ahora que el fraude no va a continuar? Que si stocks, que si medidas fiscales, que si ofertas tentadoras, que si alquileres... Palabrería.

 La economía se mueve, en gran medida, por la confianza y por las expectativas. ¿Alguien puede tragarse las mentiras de un presidente que desconoció la crisis, que la negó, que acabó renegando de la recesión, que maldijo a los especuladores, que nos viene contando la milonga de brotes verdes, que nos lanza embuste tras falsedad, que no cesa en su empeño de vendernos la burra...? ¿De verdad alguien puede creerse más fantasmadas? Pues eso. Faltan la confianza y las expectativas.

 Mientras tanto, a ver el mileurista guapo que se atreve a comprar un pisito. Ni aunque me lo jure, creeré a Zapatero.

 Un saludo.

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