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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ODIO EN LOS OJOS


 La falta de respeto me repugna. O lo que es lo mismo: quien falta al respeto a los demás, me parece repugnante. Las imágenes de la vicepresidente De la Vega en traje de baño han suscitado comentarios de mal gusto. El mal gusto constituye una de las faltas de respeto más reiteradas en nuestro mundo de hoy.

 Miren a los ojos a las personas. Mírenlos bien. Deténganse, incluso, en la observación. Al cabo, díganme -los ojos son espejo del alma- si la mirada de doña María Teresa está cargada de odio o, por el contrario, refleja el enfado propio de quien se siente objetivo del fotógrafo cuando, paseando por un lugar público, trata de confundirse en la muchedumbre de bañistas. Este articulista se alinea con quienes sustentan la segunda hipótesis. Enfado, lógico, sí. Odio, sin sentido, no. Aprovechar la inquina que provoca a millones de ciudadanos la trayectoria política de esta señora para cargar contra ella sin fundamento, me parece una canallada. Los canallas son quienes juzgan a los demás por el orificio de su ánimo encrespado y de su mente retorcida.

 A quien les escribe le parece deleznable la andadura política de De la vega. Deleznable. Su andadura política. Su imagen personal es tan respetable como la de la madre Teresa de Calcuta. Detrás de cada personaje público hay sentimientos. Nadie tiene derecho a herir la intimidad de otros por más que abomine de la conducta pública de ellos.

 Odio en los ojos, no. Ese nivel de subjetivismo resulta pavoroso. La señora De la Vega no merece comentarios de tan sesgada índole. En cualquier caso, mis críticas nunca irán por el terreno de lo personal. Allá otros. La viveza del odio nos pone a los pies de lo que odiamos. Y es que, como realzaba el gran Víctor Hugo, "cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga".

 Un saludo.

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