¿QUIÉN TEMA A VIRGINIA WOLF, DIGO A BÁRCENAS?
El señor Bárcenas, tesorero del PP e imputado en el caso "Gürtel", ha nacido, me dicen, en Huelva. Es paisano. No lo conozco. Ni falta que me hace. No es un desprecio hacia la persona por su posible procesamiento. En absoluto. Yo le presumo inocente. Mi desprecio es producto de sus palabras amenazantes y/o extorsionadoras a Esperanza Aguirre y a José María Aznar, entre otros. No soporto a los que amenazan ni a quienes utilizan el chantaje como arma miserable para lograr sórdidos fines. Son cobardes. Quieren esconder en los demás sus propias inmundicias. Es el sino de los traidores. "Antes de caer yo, me los llevo a todos por delante", ha dicho -al parecer- el señorito.
Celebro las declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid: "Pido de rodillas a Bárcenas que toda aquella información que tenga sobre mí la haga pública cuanto antes y, además, con mucha claridad y con mucha precisión". Me alegra sobremanera la actitud de Aznar al desentenderse de cualquier decisión que Rajoy adopte respecto a la destitución del tesorero. Posturas gallardas las de una y otro.
La amenaza es un delito, recogido en nuestro código penal, que se comete cuando una persona advierte a otra que le va a causar un daño que lesione su libertad, su integridad moral, su intimidad, etc., a la par que le hurta su derecho a la propia tranquilidad y seguridad. Como delito es la extorsión. Si Bárcenas ha dicho lo que entrecomillo al final del primer párrafo, puede incurrir en delitos de esta índole. La gallardía de Aguirre y Aznar -que he reconocido- sería más destacable si, dada la gravedad que connota su difusión a través de medios de comunicación, instaran, primero, a Bárcenas, a matizar sus palabras y, a continuación, de no mediar el matiz preciso, interponer la correspondiente denuncia.
La honradez es una virtud que imprime grandeza a quien la practica. Afirmaba Shakespeare que ser honrado equivale a ser un elegido entre diez mil. Entonces. En nuestros días, el número sería muchísimo mayor. En política, donde la honradez ha dejado de presumirse, el serlo constituye ardua tarea, en tanto el parecerlo cobra alcance de meta tan imposible como épica, incluso epopéyica. Esperanza Aguirre y José María Aznar deben dar un paso adelante. No basta con la pasividad declarante. Deben ir más allá. Deben mostrar a los Bárcenas que en el mundo son, que sus miserias son exclusivas, no extensibles a otros, máxime si esos otros son dos de los más reputados dirigentes políticos de España. Un paso adelante, José María, Esperanza. No se dejen amenazar. Tampoco chantajear. Harían un flaco favor a su categoría y a su credibilidad. Adelante.
Un saludo.
Celebro las declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid: "Pido de rodillas a Bárcenas que toda aquella información que tenga sobre mí la haga pública cuanto antes y, además, con mucha claridad y con mucha precisión". Me alegra sobremanera la actitud de Aznar al desentenderse de cualquier decisión que Rajoy adopte respecto a la destitución del tesorero. Posturas gallardas las de una y otro.
La amenaza es un delito, recogido en nuestro código penal, que se comete cuando una persona advierte a otra que le va a causar un daño que lesione su libertad, su integridad moral, su intimidad, etc., a la par que le hurta su derecho a la propia tranquilidad y seguridad. Como delito es la extorsión. Si Bárcenas ha dicho lo que entrecomillo al final del primer párrafo, puede incurrir en delitos de esta índole. La gallardía de Aguirre y Aznar -que he reconocido- sería más destacable si, dada la gravedad que connota su difusión a través de medios de comunicación, instaran, primero, a Bárcenas, a matizar sus palabras y, a continuación, de no mediar el matiz preciso, interponer la correspondiente denuncia.
La honradez es una virtud que imprime grandeza a quien la practica. Afirmaba Shakespeare que ser honrado equivale a ser un elegido entre diez mil. Entonces. En nuestros días, el número sería muchísimo mayor. En política, donde la honradez ha dejado de presumirse, el serlo constituye ardua tarea, en tanto el parecerlo cobra alcance de meta tan imposible como épica, incluso epopéyica. Esperanza Aguirre y José María Aznar deben dar un paso adelante. No basta con la pasividad declarante. Deben ir más allá. Deben mostrar a los Bárcenas que en el mundo son, que sus miserias son exclusivas, no extensibles a otros, máxime si esos otros son dos de los más reputados dirigentes políticos de España. Un paso adelante, José María, Esperanza. No se dejen amenazar. Tampoco chantajear. Harían un flaco favor a su categoría y a su credibilidad. Adelante.
Un saludo.
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