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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL GRAN SALTO ADELANTE

 Patxi (Francisco) López es, ya, lehendakari. Patxi es presidente del Gobierno de la Comunidad Vasca. De que Patxi López haya conseguido ese importantísimo cargo institucional, me alegro sin disimulo. De que Patxi López lo haya logrado gracias al apoyo explícito del Partido Popular, me congratulo todavía más. Los historiadores refieren cómo los gobernantes tienden a exaltar los motivos que les han conducido al poder.En este sentido, el Partido Socialista de Euskadi (PSE) debe tener en cuenta que su triunfo parlamentario (que no electoral) se edifica sobre tres grandes pilares. El primero, la cooperación ofrecida por el Partido Popular. El segundo, la aquiescencia del PSOE a desplazar, mediante el citado pacto, al Partido Nacionalista Vasco. El tercero, el arrojo y la valentía de los socialistas vascos para formar gobierno con la que está cayendo -y más que va a caer- en Euskadi. En honor a la verdad, el edificio levantado sería imposible de no existir el primer pilar. Esa verdad es la que no se puede ni se debe hurtar a la ciudadanía. Esa verdad es la que todos debemos valorar con espíritu de crítica constructiva. Porque la tarea a realizar es compleja y ardua en sumo grado. Ahora bien: tan difícil labor nunca debe abordarse como el gran salto adelante.
 Me sonrío amargamente cuando algunos ya han empezado a criticar al nuevo lehendakari por lo que ellos denominan "escasa formación académica". Patxi López es un hombre de cultura, como lo es José Blanco, aunque sus estudios no sean universitarios. Que Patxi López ignore qué es el principio de Arquímedes no constituye un demérito, sino acaso una carencia subsanable. Lo que no es subsanable, por suerte democrática, es que Ibarretxe, por muchos estudios superiores que tuviera y por mucho peso específico que acumulara, es que desplace a López. Lo que se debe exigir al nuevo Presidente del Gobierno Vasco es que adopte las medidas políticas, económicas y sociales precisas para hacer de aquel territorio de España un lugar habitable, una región rica, un paisaje espléndido, un país en desarrollo y, al mismo tiempo, lograr que el paisanaje coseche la paz que nunca pudo sembrar a causa de la discordia de algunos. En pos de ese objetivo, no cabe la improvisación, no vale la colectivización stajanovista a ulttranza, no es aconsejable la ideología sin praxis, no es recomendable el voluntarismo ni el buenismo, y, sobre todo, es exigible que no se lleven a cabo experimentos cuyas consecuencias se desconocen. El principal bagaje del nuevo lehendakari debe ser la sensatez, el conocimiento de todos y cada uno de los factores de toda índole que caracterizan al País Vasco, la erradicación de las chapuzas partidarias e ideológicas, la eliminación de tentaciones buenistas de comprensión hacia la violencia abertzale, el alejamiento de actitudes torticeras que confunden, adrede, causas con efectos.  La mochila política de Patxi López debe cargarse de sentido común, de capacidad de gestión, de honradez y de esfuerzo, de cooperación leal, de mano tendida también, de firmeza y flexibilidad a la vez, de pequeños remedios que solventen (y no silencien) los grandes males de la sociedad vasca.
 Yo suscribo las palabras descalificantes de Ibarretxe hacia los socialistas a los que acusó en su discurso de "no ser de fiar". Tal como lo escribo lo he sentido y lo sigo sintiendo. Mas me gustaría equivocarme en lo sucesivo. Y para equivocarme, nada mejor que el Partido Socialista recapacite sobre si hay motivos para semejante aseveración, que rectifique su proceder si es de razón, que actúe en consecuencia, que gobierne para todos y no para unos cuantos, que desplace sus complejos de superioridad moral, que subordine el interés de su partido al de la sociedad toda. Entonces, sí hablaríamos de un gran salto adelante y no de la nefasta experiencia chino-maoísta. Entonces sí nos subiríamos en el carro de la praxis político-ideológica. Entonces sí admitiremos que los cambios necesarios traen consigo consecuencias importantes.
 Hoy por hoy, no termino de creérmelo. Pero anhelo fervientemente que mi incredulidad se torne crédito.
 Un saludo.

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