CASTIGO A LOS BUENOS
De pequeño, leía en el catecismo que dios premiaba a los buenos y castigaba a los malos. En parte, la doctrina moral me complacía aunque me rechinaba.
De pequeño era la moral. De mayor, la política. Cuando ésta se desprende de aquella, toda la actividad ciudadana se dirige al mal gobierno.
El gobierno de Rajoy, que no puedo decir que sea de España toda, se decanta por fórmulas éticamente reprochables. El pueblo sufre las reprimendas económicas de las arremetidas de las nefandas instituciones bancarias. Los directivos de los bancos se enriquecen a medida que los ciudadanos sufren las penurias de su pésima interpretación del capitalismo contemporáneo.
De otra parte, las Comunidades Autónomas que han cumplido con el objetivo del déficit se verán agraciadas con la medalla de la discriminación. En cambio, las que ni hicieron los deberes ni mostraron voluntad de hacerlos, disfrutarán de un plan a la carta. Un menú a su gusto. Cataluña puede morirse de la risa. Don Arturo es más chistoso que chiquito de la calzada. Extremadura, pese al esfuerzo realizado por la población, recibirá el premio de consolación, que no es otro que “bueno, confórmate, que tú eres más comprensivo”. O sea, el pobre se aprieta el cinturón y el rico acomoda los agujeros al perfil de su barriga.
En vez de solidaridad, asimetría. Las recompensas se destinan al incumplidor. Los agravios, al justo. Ese dios leviatán que es el gobierno merece repulsa. Reproche que deberá escenificarse en las urnas. Con un aviso urgente: que el voto que se le niega no caiga en las alforjas de quienes ya le precedieron en el uso y abuso de su desprecio al demos. No sé si me explico. El PP está demostrando muy poco. PSOE ha acreditado que no se puede confiar en el demonio. IU o PyD no dejan de ser diablillos traviesos que juegan a montarse en el lomo para seguir manteniéndonos en el infierno.
De ahí que servidor, pese a la repugnancia, me incline por el presente antes que otros que han de volver me saquen los intestinos.
Un saludo.
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