EL DESFILADERO
El día de las Fuerzas Armadas de España. El desfile conmemorativo marca la tendencia. Poca fuerza, menos armas. El homenaje a los caídos, una afrenta. La plaza de la lealtad, el vacío. El desfiladero. La garganta angosta.
Malos tiempos para España. El experimento de las ranas de Bolonia adquiere carta de naturaleza política. Todos estamos sumergidos en el agua fría de una sociedad de batracios. Insensiblemente, acabaremos cocidos en nuestro propio jugo.
La educación se recorta pero no se defiende. La defensa de unos intereses oscuros. Miles de profesores menos. Millones de euros arrancados del presupuesto. Charlatanes de ferias que encabezan manifestaciones callejeras y portan pancartas decimonónicas. Y, sin embargo, el fracaso escolar es igual de lamentable que en la época de derroche masivo. Las ranitas no se dan cuenta de la tristeza de su destino y del engaño del medio.
En sanidad, los hados de la maldad sobrevuelan espacios aéreos turbulentos. Las medidas de los gobiernos tienden a la privatización. Las mareas blancas tiñen de leche las ciudades pero, al cabo, todos acaban en la gran tina de agua fresquita. El calor se apoderará de las voluntades. Poco a poco. Hasta que la calidez creciente del líquido nos lleve al sopor y éste a la lenta muerte de las voluntades.
En Defensa, lo mismo. En Justicia, qué les voy a decir. El conformismo, por una parte, y las escasas entendederas, por otra, son factores de adormecimiento universales. En nuestro país, el cloroformo consigue resultados increíbles si se aplica con unas gotas de fútbol, un perejil de tertulianos bien pagados y peor concebidos, y un poquito de ginebra barata para ahogar recuerdos.
Ranas. Y sapos. Anuros. Anfibios. Formamos la cara oculta del poder. Cuando llega el momento, nos visten de gala, nos invitan a la piscina mágica y, en el descuido de nuestro efímero placer, no advertimos la nubecilla de vapor que escapa del agua. Tendida la implacable trampa, el festín sigue al desfile de los incautos que quisimos chapotear en las aguas aparentemente limpias de la pileta.
España ha metido los dos pies en la gran alberca de la diversidad territorial. El próximo paso es declarar soluble la unidad del país. El resultado final, qué es España. Una unidad de destino en el sabor de nuestras ancas.
El comandante Marianico pactó ayer con el traidor coronel Alfredín la división del país. El desfile de las impotencias desarmadas así lo confirmó. Desfiladero.
Un saludo.
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