LA COSA
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La gente de Cataluña y de Vascongadas anda así como secuestrada. Tienen más miedo que Carracuca. Miden sus palabras no sea que molesten a los de las pistolas o a los rompepatrias. Lo políticamente correcto se torna necesidad imperiosa.
España es una cosa. Ni un país ni una nación ni un Estado ni una identidad histórica ni una unidad de destino universal que decía aquél. Una cosa. Así se manifiesta un jugador del Athletic de Bilbao. El chico, con pinta de bueno y aires de futbolista limpio, tempera su contento por la llamada del seleccionador nacional a fin de no sufrir la repulsa de sus paisanos. Que pregunten a Fernando Llorente cuánto duele ser tildado de español en San Mamés por miles de furibundos hinchas.
Los peloteros internacionales de España que juegan un partido amistoso en Panamá no representan a su país. A una cosa. Por ella hay que darlo todo y a ella hay que respetar por todos los conceptos, ha declarado Susaeta. Por la cosa.
Uno entiende al muchacho. Vivir en según qué culturas resulta extremadamente difícil. Imaginen a Beckembauer defendiendo valores distintos a los proclamados por la raza aria en tiempos de Hitler. No hubiera tenido bemoles para decir pío. Pónganse en lugar de Iniesta llenándosele la boca de España en una entrevista ante la casposa y capciosa TV3. No me lo creo. Si estas personalidades afamadas carecen de fortaleza para manifestar sus sentimientos más íntimos o más epidérmicos, qué podremos esperar del común de los jóvenes de su edad. Cosas.
El miedo aflora por la cercanía de un peligro. Da igual que sea supuesto o futuro o pasado. Se percibe como presente y real. Provoca emociones primarias que revelan nuestra aversión al riesgo o a la amenaza. El batiburrillo verbal de Susaeta parece indicar que más que miedo, lo suyo es terror al regreso a la tierra chica, a la presión de los aficionados, a la mirada fúnebre de los etarras, al brote de ansiedad que contempla en muchos de los conciudadanos. No es un miedo neurótico. Tan real como la vida misma que roban los de la parabellum o los de la bomba lapa.
Susaeta tiene una ventaja. España es tan plural y tolerante que no responde airadamente ante quien la llama cosa. Siempre surgirán voces de la caverna incendiaria y energúmenos que se rasgan sus vestiduras. Éstos pedirán la cabeza del chaval y su alejamiento del equipo nacional. Son los talibanes próximos a los que causan temores reverenciales en el País Vasco. A ellos no hay que dedicarles más palabras que el silencio del desprecio.
Si Susaeta juega, dará de sí cuanto atesora. En defensa de su equipo. Llámese el Athlétic llámese España. La cosa es una casa grande y libre además de diversa y plural. Los pequeños, cautivos, uniformados y unitarios son los que amenazan. Allá cada uno con su conciencia. Si la tienen.
Un saludo.
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