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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ANTE LA CALLE, POR LA ACERA

 

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 La calzada, para los vehículos. Las aceras, para peatones. Los callejeros del odio que tomen la ciudad. Los pacíficos, por su sitio. Paso firme y mirada abierta. Si las izquierdas belicosas quieren apoderarse de calles, plazas y parques, allá ellos. Las izquierdas no violentas, las izquierdas constructivas, las izquierdas con ideas, caminarán por los caminos urbanos señalizados y, cuando atraviesen la calzada, por el paso de peatones con el muñeco en verde. Lo mismito que las derechas civilizadas. La sociedad necesita entrega, esfuerzo y sentido de patria. Le sobran espíritus bronquistas y toneladas de odio.

 

La Diada. Cientos de miles de españoles de Cataluña en la calle. Pues muy bien. Que gritan consignas de guerra, allá ellos. Cada uno dice lo que siente pero no lo que ha mamado. Los padres de los ofensores son gente buena. Los hijos, algunos, han preferido torcer su camino de ideas y tomar el atajo de la brutalidad. Los críticos con la guerra de Irak defienden con uñas y dientes las batallas letales de la independencia estúpida. La gente de paz, por las aceras. En público. Sin esconderse. Sin exhibirse.

 

Los demócratas valen un pueblo. El pueblo merece una democracia. Los catalanistas de sombras se alimentan de la oscuridad de sus felonías morales. Llaman genocidas a los españoles. Serán miserables. Destilarán mala bilis. Qué aguas beben y por dónde la ingieren.

 

Al Gobierno, firmeza. Se le pide que ocupe su sitio. El que la ley le procura y el que las urnas le dispensan. Ante las amenazas de unos forajidos de traje, corbata y palco de fútbol, la solidaridad territorial. Si cede un milímetro ante las exigencias fiscales de Mas y de los suyos, habrá roto una de las más importantes promesas electorales. Es fácil romper en poco tiempo lo que se ha construido a lo largo de siglos.

 

Rajoy está muy preocupado por el déficit. Y yo. Y todo el mundo. Pero que el capitan del castillo español no olvide el franco nororiental y el que se extiende al oeste de los Pirineos. Por allí pueden colarse indeseables y saboteadores del común nacional. De hecho, las murallas, como las cajas fuertes, suelen abrirse desde dentro. Es más fácil. Los caballos de Troya se han multiplicado a lo largo de la historia. En Cataluña han adoptado la forma de un club de balompié y el fondo de una institución del Estado.

 

España tiene sus límites geográficos y su historia propia. Los paseantes se ciñen a las dimensiones de las aceras. Los gobernantes se ajustan al texto de las leyes. Los maleantes rompepaces se apoderan de las calles. Por la fuerza de los caballos de fuego.

 

Pero ya les digo, La gente de bien, por las aceras.

 

Un saludo.

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