EL RUBICÓN
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La decisión está tomada. No importa el riesgo que se ha de afrontar. El siglo primero antes de nuestra era, Roma estaba sumida en la incandescencia política. Conjuras, rebeliones y pactos acompañaban a los plañideros que lloraban el final de la república. Pompeyo se arrogó una autoridad que no le correspondía por más que el Senado la secundara. Se dictó estado de excepción. Mano dura. Julio César se levantó en armas y, atravesado el río Rubicón, condujo a sus legiones hacia la capital. El resultado, la guerra civil.
ETA acaba de cruzar su Rubicón. La travesía se ha efectuado sin mojarse los pies. A través del puente de barcas construido por seis magistrados del Tribunal Constitucional. La legalización de SORTU es todo un ejemplo de deriva legal. Los magistrados de este tribunal no jurisdiccional han fundido todas las bombillas de la avenida democrática. Hecha la oscuridad, los asaltantes destruirán cuanto encuentren en su paseo militar. Las fuerzas de seguridad del estado lamentan el desprecio a sus avisos. La suerte está echada. Los independentistas vascos multiplican sus esfuerzos en pos de afianzar su actividad pública. Las elecciones proporcionarán a los golpistas de Euskadi el capital que precisan para pagar a sus mercenarios.
SORTU dispondrá de financiación española para su voluntad soberanista. A este fin ha colaborado con notable acierto el Partido Socialista de Patxi López y de Chus Eguiguren. Hay que agradecerles su contribución a la causa del desmembramiento de España. Junto a ellos, Zapatero. Su actuación en esta urdimbre ha sido fundamental. Cumplió su palabra de que España era una nación discutida y discutible. Recorrió el camino para mostrar a todos que el País Vasco es una nación independiente. El Tribunal que preside Pascual Sala, el que fuera presidente del Consejo General del Poder Judicial, ha colocado el broche de oro de la ignominia. La democracia se enfrenta a uno de los mayores ataques contra el pueblo. Sin más armas que las instituciones forjadas en el yunque psoecialista. Las maniobras del partido de ZP y de Rubalcaba han tenido un final feliz para los etarras y luctuoso para los españoles. Al grito de César (zar, káiser) “vayamos donde nos llaman los dioses y la injusticia de los hombres” ha respondido el clamor de la soldadesca: “O César/ETA o nada”.
España no quiere ni a un Bruto ni a un Casio. Tampoco a un Octavio emperador. Ninguna guerra más. Para imperio, el de la ley. El problema es que algunos apostaron por torcer la espada de la justicia y retirar la venda de los ojos de ciertos jueces.
Pronto vendrán las hordas abertzales a cortar el cordón umbilical de nuestra Constitución. Desde el interior del parlamento español le lanzarán las tijeras de la indignidad. A continuación, secarán el río de la comunicación, abortarán la “y” de la solidaridad y elevarán murallas chinas del paleoaislamiento.
Las gracias, a Zapatero. Y a quienes con él hacen de España una muñeca rota. Qué pena.
Un saludo.
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