AUSTEROS
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Otra forma de gobernar es posible. Mi padre repite con cierta frecuencia un latiguillo de su juventud cuando le dicen algo sobre la buena vida. Dice que las hay mejores, pero son más caras. Lo mismo es predicable de las formas de gobierno. Las de la izquierda de la progredumbre son mejores pero dejan tras ellas un reguero de paro, de deuda y de ruina. Toca a la derecha bailar, después de los fastos, con la más fea cara de la administración. Y mientras se harta de trabajar para enderezar el batacazo, los derrochadores golfos le afean la política de recortes. Si no es actuar como canallas, que venga dios y lo vea.
Recortes, sí. Reformas, no. Se puede hablar con cortesía y respeto sin renunciar a la crudeza de la realidad. Si por reforma se entiende una modificación de los parámetros de gestión, pues sí, el concepto es válido. Sin embargo, si nos referimos a la idea de prescindir de gastos que, meses atrás, formaban parte del presupuesto ordinario de unos gobernantes pródigos y desvergonzados entonces hablemos de recortes y de la causa de los mismos: la austeridad. Austeridad como sencillez y moderación. Austeridad como cumplimiento riguroso de las normas morales. Austeridad como medida de emergencia para frenar la crisis que nos asfixia. Austeridad que ha de confesarse en cuanto resultado de una situación irresistible.
Rajoy falla en su política de comunicación. No hay manera de que este defecto se subsane. En su programa electoral, aseguraba que la salida de la crisis pasaba por el acierto y la contundencia de la gestión financiera y económica. No más tributos. Pues se equivocó. Es preferible decir la verdad aunque duela. De lo contrario, entraría en la espiral de mentiras de los de Rubalcaba. Adviertan a los ciudadanos que los agujeros en el correaje han de ser más. Y todos sabremos a qué atenernos. Claro que hay salida, pero a todos nos gusta conocer la hora de llegada y las paradas del camino.
Los del Psoe e Izquierda Unida se tiran a la calle como posesos. Son miles pero rugen como millones. Entienden que la parábola del hijo pródigo alcanza su cénit en la mentalidad de la sociedad actual. Los desempleados tienen que ajotarse al subsidio, si lo tienen. Los trabajadores que van quedando, sometidos al imperio de los sindicatos del Villamagna.
La férrea Merkel permanece inalterable. La canciller alemana introduce en su discurso un sesgo diferente. Se trata de la compatibilidad entre contención y crecimiento. O lo que es lo mismo: eliminar el déficit y apostar por el crecimiento. El segundo término de la proposición es imposible si el primero no se hace realidad.
Los alborotadores antidemócratas mejor harían arrimando el hombro. Antes dilapidaban. Hoy torpedean el proceso de regeneración. Como carecen de vergüenza, en vez de parlamentar, se convierten en reyes de la pancarta y de la reyerta. Eso de la modestia, de la sencillez o de la responsabilidad les cae grande. Menuda tropa.
Un saludo.
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