OPOSICIONES DECENTES
El tema es difícil. La convocatoria de oposiciones en plena crisis de identidades plantea muchos interrogantes y las respuestas apenas se ciñen a la magnitud del problema. La primera duda a despejar es si en plena transición del griñanato, la decisión posee más componentes de dinamita antippelueno que de creación de puestos de trabajo en la enseñanza pública.
Servidor se inclina, cien sobre cien, por la primera hipótesis. Qué puedo decir que no haya expresado tropecientas mil veces. Me fío cero de la Junta psoecialista de Andalucía. He visto tantas irregularidades y contemplado tantos fiascos, que puedo asegurar que la gestión de Chaves y de Griñán no se mide en acciones, sino en vómitos. De sangre, de sudores y de lágrimas. De compadres y de nepotes. De canallas vestidos de monjes y de monjes engolfados en el apaño más deshonesto.
Si las oposiciones fueran decentes, todavía. Pero cómo es posible siquiera argumentar esta virtud en la tierra de la administración paralela y de los valores tan transversales como los puñales que se clavan en el cuello. Ayer, un temario. Hoy, otro. Al principio, los interinos que rechazan una cosa. Al final, los mismos interinos que se rebelan, con razón, contra la modificación de los textos. Dónde está la seguridad jurídica de estas personas. Si los quieren volver tarumbas, se hallan en la dirección acertada.
El Consejero De la Chica echa leña a la nitroglicerina del ministro Wert. Si el Gobierno fuera de Rubalcaba, el mensaje sería amén. Ni una discusión ni polémica sobre el tapete. Pero, en fin, como las cosas vienen torcidas, a clavarlas dobladas al enemigo pepero. La maestría del Psoe se parangona en el marco de sus maldades. Pierden el sillón de oro y ya están dando la matraca para recuperarlo. No nacieron para la oposición. Vinieron al mundo para el dictado. Que opositen los otros, que ellos mandan o mandan.
Servidor detendría las oposiciones. Las docentes y todas las demás. Hasta asegurarnos de que el procedimiento sea limpio y las bases, diáfanas. Me puedo creer cualquier barrabasada en la selección de los aprobados. Como ha ocurrido tantas veces. Si a alguien se le olvida que algunos tribunales se saltan la ley a la torera y se niegan a mostrar a los suspendidos los exámenes que ellos mismos hicieron, pues es que no quieren enterarse de cuáles son los bravos, cuáles los mansos y cuáles los becerros.
Oposiciones decentes, sí. Decentes. Limpias. Claras. Abiertas. Sin discriminaciones. De lo contrario, mi cabeza se dispara hacia pensamientos oscuros. De opositores amigos. De opositores amigos. De opositores amigos. Demasiados amigos. Y digo yo: ¿no será preferible aplazarlas hasta el curso que viene? Y si han de coincidir las de Primaria con las de Secundaria, mejor. Mucho mejor. Eso sí, la decencia por delante.
Y reclamarle decencia a la Junta de los EREs y de otras golferías cercanas, es mucho pedir. Digo.
Un saludo.
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